domingo, 26 de diciembre de 2010

Poesía sin ruta

Mi universo es un océano de Tequila
mi corazón un agujero de bala
mis ojos el filo de la navaja
tus labios el trazo de Dios
y todo estalla, no queda nada ya
es una poesía sin ruta
una rumba sin dirección

--

Dios, me gustaría que
Estuvieras aquí
Es como dejar de vivir
El nido de un pez en el pecho
Tengo
El oxígeno en el vuelo de un águila
Siento
La inexistencia
La incoherencia de sentir

Tomo, lo tomo todo
La vista desde las nubes
La forma sublime de caer
El vértigo de vivir
La mitad del amor
El cuarto que sobrevive
Del corazón

Dios, me gustaría que
No fuera una canción
Votos sin razón
En un anillo de papel
En un círculo sin fin
Nadando hasta siempre
Y por nunca
Decir que adiós existe

Quiero
Hablar de nada
Decirlo todo
Escribir las mareas, que tantos relojes han parado
Leer tu poesía, en esos labios de viento
Bésame, como besa el mundo a oscuras
Bajo estrellas muertas y planetas lejanos
Entre silencio y magia
Donde el universo reza y descansa
Allí reside el primer aliento
El comienzo
Del camino sin recorrido
Que me llevará para siempre contigo

Siento que veo
Y prometo que no puedo
Dejarte ir
Mi
Corazón,
se ha parado
Veo que siento
Es el tiempo
Moviéndose tan,
junto a ti,
tan, tan lento…

lunes, 20 de diciembre de 2010

Feliz Navidad

Espero que a la vuelta de las vacaciones de Navidad continuemos la tertulia que tuvimos tan interesante el último miércoles. Yo, al menos, me lo pasé muy bien y aprendí mucho de vosotros, como siempre.
Feliz Navidad y que descanséis.

martes, 14 de diciembre de 2010

domingo, 5 de diciembre de 2010

El ruido que hace la nieve al caer.

Ayer llovía a cantaros y hoy no canta ni la radio. Intento que el tiempo se congele, que la vida se detenga. Y es todo tan igual que es hasta irreconocible, tan exacto que desconcierta, tan normal que extraña. Tan igual como aquella vez en la que todos los cristales se rompieron. Todo es exactamente como el segundo anterior. Nada se para, nada se frena. Ese coche sigue a la misma velocidad, esa persona sigue andando hasta el final de la calle para luego desaparecer tras una curva. No sé, pero miro todo y todo parece diferente, tan familiar como de costumbre pero cómo si hoy no encajara con el resto. Las sábanas revueltas, el lio de cables, la ropa tirada. Parece que hoy no llega el ruido de los pasos, ni el murmullo de las voces, ni el estrepitoso sonido de los frenazos y los cláxones. Parece que de repente todo está sumergido en un silencio artificial o puede que sea yo el que no quiera escuchar todo ese ruido. Puede que hoy el sol no luzca demasiado. Puede que hoy decida decidir no salir de la sala de estar y estar parado para nada. Puede que no haya tiempo ni espacio para todo estos metros cuadrados. Puede que todo esté teñido con ese enfermizo color de desprecio y lejía. Este inmenso vacío que no hace más que agrandar, esta hambruna de sonrisas, esta sequía de milagros, esta eterna espera al lado de una hoguera en busca de una sola chispa de paz.

Miro la tierra y está surcada de arrugas por las heladas y las pisadas, por las prisas y las velas encendidas, por el exceso de maquillaje que intenta paliar el exceso de dolor y esta amarga decisión de que cada camino que tome no tendrá vuelta atrás. Miro como una lágrima a punto de caer puede congelar el tiempo. Siento como al veneno le ataca la nostalgia después de envenenar, y sin embargo convence a los incautos para que lo vuelvan a probar. Y devoro granos de arena pero no gano ni más tiempo ni más peso y cuento hasta el infinito pero siempre me quedo dormido a la mitad. Y no se encienden las lámparas de araña, y me puede el cansancio cada vez que veo esa sonrisa que no sabe a dónde va. Tiritando de frío observo estupefacto como crece la decepción en las macetas y como el desprecio llama a la puerta. Como la noche deja paso al día sin pedir permiso. Y al final, mis neuronas me dejan a solas con este rompecabezas lleno de brechas en la frente y con este mal cuerpo. Intento abarcar el universo con mis brazos, darle una buena salida a este diálogo poco ensayado. Intento absorber todo el fuego que despiden sus ojos y marcharme lejos de este terreno tan árido como el fondo del vaso que acabo de apurar.

Busco la manera de romperle los huesos a esa escalera de caracol invertebrada, dejar en libertad a esas ratas de laboratorio que odian el método científico. Intento que esa balanza que se queja por quejar guarde su equilibrio, seguir paralelo a los desbarajustes horarios, a estos folios y folios con intentos de no contar nada especial y acabar revelando la visión en sepia de esta locura en blanco y negro. Intento arrancarte un susurro de los labios, abrir la ventana y que se marche la miseria, que durante un segundo nadie diga nada. Imaginar de nuevo que nada es lo que parece, que si me lo propongo puedo soñar con estar en otro lugar, en otro momento más preciso exento de amenazas infundadas. Imaginar que mañana no será otro día más entre sumas de días y semanas. Intentar aguantar las ganas de hacer despertar a todos esos violines afónicos, a esa jungla de edificios, a esa pizca de lucidez que tanta falta hace.

Todo parece una obra teatral que no empezó bien desde el principio. Cuyo decorado se cae a pedazos, cuyos actores son tópicos y palabras tabú en un juego de mesa que pasa del azar y de los turnos. Sin sentido como una guerra sin bandos enemigos, como una carta escrita a mano dirigida a un caluroso día de agosto, como una palabra sincera en medio de una gran mentira. Y mientras tanto, el público observa que la vida se ríe a carcajadas, el odio hace acto de presencia, el amor se evapora y estalla en recuerdos que no se borran ni con mi goma de borrar. Y todo culmina en un aplauso obligado. En un himno a la esperanza de encontrar una crítica que no sea del todo mala. Pero si no es malo es peor, entre estos cementerios de sueños y poesías, en estas armaduras a prueba de balas y miradas, y desafíos, y agonía. En este oscuro pasillo lleno de fantasmas donde no sé ve nada, donde nadie quiere hablar. En estas montañas de hojalata donde nadie resiste la lluvia como yo no resisto resistir la tentación de quedarme en silencio. Donde las palabras brotan poco a poco pero ya nadie las puede entender.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Cuento hacia atrás

Y fin, fin de todo y de nada, fin de la historia y del presente de hace unos segundos. Fue el fin del avance, la llegada a lo eterno: el Perro encontró el fuego. El fuego contra la tempestad y la tristeza, contra la soledad y el frío, y los nudos en el estómago. Pero también el fuego de las cadenas y el vértigo, el fuego del terror a que se apagara y de las pesadillas de no poder tocar su calor.

Llegó allí tras pasar por las estepas solitarias y los bosques sin luz, donde sólo llovía el viento bajo los árboles y los truenos sólo iluminaban el granizo de los sótanos. Fue allí donde se hartó de morirse de temblores y de helarse de la tristeza y de la rabia sin nadie a quién gritarle por dentro. Nadie a quién contagiar su eco en bruto y sus palabras de fósforo y madera.

Encontró aquel lugar tras recorrer el valle de las lágrimas. Lágrimas negras de ónice, carámbanos de cristal y agujas oxidadas.
Allí se enamoró de la belleza de los cuervos y de la oscuridad, y del sonido del aire en los labios. Labios de aguijones, guardianes de lenguas venenosas. Allí los cuervos se llevaron su corazón y picotearon su alma, dejó sus lloros para siempre, muriendo por dentro y deseando hacer arder todo cuanto le rodeaba.

Pero sólo cayó en aquel valle tras andar sin rumbo ni destino, después de tropezar y pasar el suelo, después de trazar más y más círculos hasta hundirse en los huecos de sus propias huellas. La nieve le anidaba en su casco de huesos de hojalata y las golondrinas lo ahogaban bajo su mierda de murmullos y de risas despiadadas. Y de uniforme una piel sin suficientes cicatrices de camuflaje. Y de calzado esas malditas botas de cuero amoratado lleno de ampollas.
Como armas sólo una remordida bayoneta con la tinta sin afilar, los colmillos y un par de balas de barra de bar.

Y cómo empezó a caminar sin razón alguna, y cómo decidió a qué lugar marchar a curar su psicosis, y los cortes infecciosos del insomnio, no lo sabe nadie. Ni él, el propio Perro.
Sólo se sabe que un día la locura lo cubrió por completo y lo barnizó hasta los tuétanos y las conexiones nerviosas. La paranoia le hizo pedazos y los pensamientos desquiciados torcieron su norte y su sur, su arriba y su abajo, y su columna y su maldito sentido de la orientación.

Sólo se sabe que un día despertó de otra vida, o de otra nada. Despertó para mirar al mundo a los ojos y a la muerte por encima del hombro. Despertó y rió y gritó y empezó a soñar.
A soñar sueños de papel, de témperas y de gotas de sudor. Sueños de olas de mar y de mundos de caracolas y castillos de arena.

Un día el Perro nació y empezó a soñar. A soñar hasta encontrar aquel fuego que le abrigara como la superficie del océano y le meciera como la luz del Sol. Hasta encontrar aquel fuego que le obligara a no despertar jamás.

martes, 30 de noviembre de 2010

Y colorín colorado…

Hoy vamos a escribir en parejas un cuento pero lo haremos al revés, es decir, desde el “y colorín colorado” al “érase una vez”. Y hay que tener cuidado con respetar la cronología y no adelantar acontecimientos, aunque no sea lo más lógico (quiero decir, que si la madrastra le da a Blancanieves la manzana envenenada, no podemos hacer referencias a por qué se la da hasta que no suceda el episodio del espejo).

Espero que salgan cosas bonitas y que podamos publicar alguna en el blog de la radio. ¡Ánimo!

Inmensidad

“…As I walk all I can see is you
As I breathe all I can feel is you
As I talk all I can hear is you
As I live all I can live for is you…”

Pero la canción se paró, tiró de los cables y los auriculares se mecieron y cayeron de sus oídos, pendiendo de los hilos a medio metro sobre el suelo. Esa es la sensación, existir, caer y mantenerse, todo en unos malditos auriculares. ¿Por qué tienen que hablar las canciones? Se maldijo, porque hablan de mi, de mi vida, de mis constantes miedos, los de vivir por y para otro, aunque le quieras, aunque esté muerto.

Quizá sea por eso, porque ya no está, pero está aquí siempre. Pensó. Aquí, en mi agujerado corazón. La bala le dio a él, y ella fue la que quedó herida.

Miró sus botas, allá abajo, sobre el suelo, más cerca de él que de ella. Por eso no podía seguir escuchando, porque él estaba en todas las cosas, porque todas aquellas frases eran tan ciertas como que su sangre ya no recorría igual su cuerpo, ahora lo hacía más lentamente, ya que no tenía razones para vivir. Había hecho de su cuerpo fuego, y de éste cenizas. Y ese montón de sueños sin dueño, se habían convertido en líneas perdidas flotando en el aire, trazando direcciones en medio del Cañón del Colorado, su sitio favorito del mundo, decía, porque le parecía contemplar la inmensa belleza del mundo.

Él decía, también, que en mis ojos veía Colorado, fue el cumplido más bonito que nunca me regaló, expresaba que yo era la belleza del mundo. No puedes olvidar a alguien así, y nunca podrías ser capaz de dejar de quererle. Hay cosas imposibles, y esa lo es.



Caminó, reanudo el paso. Su paso… tan firme antes, tan vacío ahora. Tan vacuo que podría echar a volar, pero no lo hacía, porque si subía y subía y subía luego caería y no sería capaz de parar, chocaría contra la realidad con todo su peso. Sería el todo contra la nada, y siempre ganaba el todo. Caminó sin rumbo, porque aquel paraíso de cemento sabía guiarla, pero siempre hacia aquellos lugares que habían compartido, aún lo hacían. Adoraba aquella ciudad como adoraba su casa, eran ambas cosas, y ya nunca podrían desunirse, allí había vivido. El resto había sido vida, pero no la había vivido. Miró hacia el cielo, aquello sí era la inmensidad, allí debería de estar él, no porque fuera un ángel, sino porque desde allá arriba lo vería todo, la mejor fotografía de la historia. Acarició su cámara como si le acariciase a él, pues hay algo en los objetos que pertenecieron a quienes amamos que supera toda lógica, ya que guardan para siempre el sabor al pasado. Sacó la cámara y empezó a disparar, casi sin medida, respirando el cliqueo del disparador, grabar esos instantes, el mundo en movimiento. Sólo le quedaban los recuerdos, los de su cabeza, y los de su cámara. Sin ellos se habría tirado por un puente. Sin tener esa parte de él, habría sido como perderle para siempre… más allá de la muerte, del frío del cuerpo cuando ya no hay alguien dentro de él. Habría sido como morir dos veces, morir sin remedio. Morir con una cadena atada al cuello.

Y luego se paró, se imaginó que, si se convencía a sí misma, sería capaz de parar el tiempo, y luego hacerlo girar hacia atrás. Que volvería a verle. Cerró los ojos con fuerza, sintió como su mente se quedaba en blanco, mientras pasaban a su lado todos los sonidos. Pero cuando los abrió, él no estaba. No estaría. No está.


Me estoy volviendo loca. Pero… ¿y si eso es lo único que me queda, la locura? Estaría bien, tan bien tenerle para siempre, aunque no esté. Tenerle alojado en el agujero de bala, imaginaré que está allí y cada vez que piense que estoy loca, pensaré que es el corazón, que me duele tanto que quiero morir, y no lo hago. Esa es mi locura, quedarme retenida en la nada, cuando él está al otro lado. Podríamos ser los dos recuerdos, recuerdos felices. Pero ya no lo seremos.


Son ese tipo de certezas, como la incapacidad de dar marcha atrás a los acontecimientos, las que hacen que nos estalle la cabeza, se nos inunde el alma, se nos muera la vista y dejemos de existir, cansados de no poder ser como queremos. Amar de esa forma es algo creado por el tejido acuoso y etéreo de las nubes, es polvo de Saturno, y la luz de un rayo. Es vida dentro de vida, y un pálpito, es el negro nocturno y el carmesí de la sangre corriendo tan rápido como un cometa, es la pérdida de la respiración, es la nada luchando contra el todo, es más que todo. Es blanco sobre blanco, inmensidad.

Inmensidad.

Eso era, él había sido su inmensidad. ¿Y cómo se vive en algo inabarcable?

Se ama.

domingo, 28 de noviembre de 2010

NOTA INFORMATIVA

¡Hola! Esta es una Nota Informativa para que todos los integrantes del blog sepais que hay abiertas, en este nuestro blog, dos páginas nuevas, situadas bajo el icono del Hilo Azul tan chulo que Bea creó en su momento.
Son páginas relativas a, por un lado, Concursos Literarios o páginas que hablan de los mismos, y por otro, una dedicada a la difusión de seminarios, jornadas, charlas o exposiciones relativas al mundo literario o de la escritura, para que estemos enterados y entre todos creemos una red de información.

¡Espero que os animeis a echarles un vistazo, mejorarlas y aumentarlas!

lunes, 22 de noviembre de 2010

The mess I made.

Es como si quisiera decir algo y no pudiera, como si tuviera fuegos artificiales, y lágrimas y tornados aquí dentro – se tocó el pecho – y no puedo gritar, ni soltarlos, quiero abrir el cielo de un navajazo y dejar que la lluvia me permita respirar, quiero vivir maldita sea, y no sé cómo.

Así que me quedo aquí, y te miro, y te quiero. Pero no lo digo, sólo te miro y siento con todas mis fuerzas que si cierro los ojos me moriré, volaré hasta el infinito y caeré y así, así al fin podré sentir algo. Que lo que vivo no es cierto, que puedo imaginarlo todo de nuevo. Quiero que me beses, eso quiero, hacer estallar los cristales, cometer locuras que no tengan vuelta atrás, reescribir la historia, hallar un final para esta novela, escribir la primera mejor frase de la historia que describa lo que es imposible de resumir, este ardor en mi pecho, este frenesí, ¿es esto vivir? ¿Es esto sufrir, morir? Quiero que recojas mis pedazos y leas en los rastros quién soy yo, de quién te has enamorado, si soy un fraude o si soy el amor de tu vida, si vale algo esto que sentimos, esto que respiramos, este amor que nos consume y esta sensación de pérdida, de fatiga, de sublime dolor, de ansia, de viaje por recorrer. Siento que vuelo, ¿no me ves? Siento que soy más que yo misma, siento que si pienso un segundo más me desvaneceré. Bésame, y dejamos que el mundo se caiga. Son nuestras trincheras, y ganaremos la guerra a golpe de poemas, quiéreme mucho, quiéreme siempre, fabrica la única arma que pueda romperme el corazón y luego bombéame felicidad, de esa que enciende los ojos y hace que tu mirada sea siempre mía, para que cuando te vea, se ilumine el universo.

Eso es lo que quiero decir y no puedo. Voy a escribirme unas alas, y echar a volar. De una maldita vez, volar.


¿Héroes?

Nuestros héroes

Peter Pan

CADA VEZ QUE hay luna llena yo cierro las ventanas de casa, porque el padre de Mendoza es el hombre lobo y no quiero que se meta en mi cuarto. En verdad no debería asustarme porque el papá de Salazar es Batman y a esas horas debería estar vigilando las calles, pero mejor cierro la ventana porque Merino dice que su padre es Joker, y Joker se la tiene jurada al papá de Salazar.

Todos los papás de mis amigos son superhéroes o villanos famosos, menos mi padre que insiste en que él sólo vende seguros y que no me crea esas tonterías. Aunque no son tonterías porque el otro día Gómez me dijo que su papá era Tarzán y me enseñó su cuchillo, todo manchado con sangre de leopardo.

A mí me gustaría que mi padre fuese alguien, pero no hay ningún héroe que use corbata y chaqueta de cuadritos. Si yo fuera hijo de Conan, Skywalker o Spiderman, entonces nadie volvería a pegarme en el recreo. Por eso me puse a pensar quién podría ser mi padre.

Un día se quedó frito leyendo el periódico y lo vi todo flaco y largo sobre el sofá, con sus bigotes de mosquetero y sus manos pálidas, blancas blancas como el mármol de la mesa. Entonces corrí a la cocina y saqué el hacha de cortar la carne. Por la ventana entraban la luz de la luna y los aullidos del papá de Mendoza, pero mi padre ya grita más fuerte y parece un pirata de verdad. Que se cuiden Merino, Salazar y Gómez, porque ahora soy el hijo del Capitán Garfio.


Fernando Iwasaki. Ajuar funerario


Hoy hay que escribir un cuento corto siguiendo la estela de este de Fernando Iwasaki, cuyo tema se centre en cómo convertir a los otros o a nosotros mismos en héroes. Cada uno que adopte la visión que le apetezca (realista, irónica, nostálgica, destructiva…). Tiene que estar en 1ª persona.

martes, 16 de noviembre de 2010

A cada uno lo suyo


Este miércoles a cada componente del Taller le será asignada una tarea solo para él. Lo único que tiene que hacer es ponerse a escribir, ajustándose a lo pedido. Los demás intentaremos reconstruir cuál era la consigna de cada uno según se vayan leyendo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

A escribir...y a leer

La propuesta de esta semana es muy sencilla :

Podremos escribir aquello que nos plazca (ensayo, cuento para niños, poesía, novela policíaca, un fragmento de la biblia en sánscrito o el prospecto de contraindicaciones de la viagra) con la única condición de que dicho texto estará hecho expresamente para ser leído. Es decir, que las persecuciones deberán resultar trepidantes, las historias tristes gas lacrimógeno, los diálogos con voces diferenciados, etc... imaginad que estáis alrededor de una hoguera o que os tenéis que ganar la vida contando cuentos en el retiro para los niños o como sea que queráis mentalizaros.

Así pues, a escribir...y a leer!!

jueves, 4 de noviembre de 2010

De aquí a aquí.

Los osos hibernan porque permanecen en letargo todo el invierno. Durante este tiempo reducen los latidos de su corazón a diez pulsaciones por minuto, respiran lenta y profundamente y queman toda la grasa acumulada durante el año. Se pasan la primavera comiendo, engordando, acumulando reservas para no morir en invierno. Y cuando llega el frío, se encierran en una cueva oscura a no hacer absolutamente nada más que vivir de las rentas.

Eso mismo le pasó a Jaime. Lo de vive rápido, muere joven y todo eso del Carpe Diem... Era su Biblia. Se lo creía a pies juntillas. Y consiguió llevarlo a cabo, al menos la parte de vivir rápido. Cuando Jaime consiguió desprenderse del lastre de la edad, de los estudios, de la moral, de la presión de grupo, empezó una frenética carrera hacia una muerte que veía próxima e, incluso, deseable.

Jaime empezó cosas, aunque casi nunca las terminó; Jaime no necesitó nunca a nadie, aunque amó intensamente a todos los que pasaron opr su vida; Jaime viajó, habló, voló, saltó, gritó, aprendió, soñó, cantó, tomó, exclamó, arañó, observó, dibujó, pintó, comió, bebió, experimentó, se drogó, se probó, consumió cada pedazo de vida que se le había otorgado. Exprimió todos y cada uno de los momentos, sin dejarse nada por hacer ni nada por disfrutar.

Jaime se alimentó de sonidos, paisajes, aromas, del sabor de mil bocas, del tacto de un millón de pieles. Engordó y engordó el tejido adiposo de su corazón, ganó kilos de experiencia. Consumió en apenas cinco años lo necesario para sobrevivir todos los inviernos.

Y cuando hubo gastado toda la vida que tenía por delante, supuso que debería morir. El problema es que no lo hizo. Ni murió joven, ni dejó un bonito cadáver, ni tuvo valor para suicidarse y dejar escrita una leyenda a su espalda. Cuando Jaime acabó con todo lo que tenía que vivir, entró en estado de hibernación.

Se sentó a esperar una muerte que no llegaba y, mientras, su ritmo se ralentizó, el aire comenzó a llegar más dentro de sus pulmones, adormeciéndole, y comenzó a quemar en forma de recuerdos la gruesa capa de emociones que impedía que se congelase en el desierto de hielo.

Por fin, un día, Jaime se dio cuenta de que ninguna primavera ni, por supuesto, ninguna muerte vendrían a terminar con su letargo. Y decidió, no se sabe muy bien cómo, ponerse otra vez en marcha. Intentó ir despacio al principio, para no caer en un nuevo sprint hacia la muerte. Ya se sabe, sin embargo, que la cabra tira al monte. Pronto, Jaime empezó a buscar una inyección de adrenalina que hiciese girar un mundo demasiado plano y quieto. No sabía cómo lo hacían los demás para no morirse de aburrimiento, así que empezó a preguntar.

Algunos le hablaron de deporte; de rugby, taekwondo, lucha libre. Otros de viajes a Japón, Zimbabwe, el Amazonas. La mayoría de drogas; algunas que conocía, y muchas que no. Y una chica le habló de un sitio donde, una vez a la semana, se convocaba a las palabras y se las convencía para, a veces con llanto, a veces con risas, viajar a mundos mejores que el suyo.

Y Jaime decidió probarlo. Antes que lesionarse, que dejarse el sueldo en aviones, que volver a drogarse, Jaime quiso aprender a escribir. Y en cuanto puso el boli en el folio, descubrió por qué aquello era mejor que la heroína, cocaína, maría, hachís, rayas, anfetas, tripis, ácidos, LSD, éxtaxis.

Escribiendo, Jaime robó un poco más de vida de las reservas del universo, una parte que no le correspondía pero que hizo suya a través de la tinta. Por eso, asistir al taller de Escritura fue la decisión más importante de su vida.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

De aquí a aquí

Los osos hibernan porque permanecen en letargo todo el invierno. Durante este tiempo reducen los latidos de su corazón a 10 pulsaciones por minuto. Y yo quería sumergirme en el más áspero de los letargos, en el gélido corazón del invierno más frío. Quería acorralar a mis latidos, envolverme en el abrazo irrompible de la escarcha que acompaña al olvido. Y dejar de respirar este oxígeno que pesa, esta inmensa oleada de mal tiempo. Tirar al vacío esa caja de dudas y secretos donde guardo mi mente. Barrer el mundo de un soplido. Estallar en oscuridad. Sucumbir al cansancio. Bañarme en la mirada de Medusa. Quería arrancar de mi organismo su presencia, esas pupilas que se colaban por las rendijas de mi memoria. Quería ahuyentar las imágenes pintadas al óleo de sus gestos cosidos en mis párpados. Aspirar la densa nube de su perfume que obstruye mis pulmones. Abalanzarme contra ese abismo donde el azar reina. Abrirme las venas con las llaves que abren las puertas de las vidas paralelas. Borrar del mapa el peso de los años que se aferran con fuerza a mi báscula. Crear un agujero por el que se caigan estos millares de palabras, estas eternas comas y puntos, estos numerosos signos de interrogación, estas hectáreas de signos de exclamación que me atraviesan el estómago.

Perdido como uno de esos señores grises de Momo entre interminables cuentas matemáticas de mi tiempo vivido y por vivir. Enterrado en las arenas movedizas de la rutina y en el huracán de lo mismo de siempre. En mi cuerpo se matan las ganas de expresar al mundo que me inquieta ese sol que ya no reluce, esa otra cara de la luna que no deja de esconderse, esa guerra que se ríe, ese aplauso que no recibe nadie, ese amanecer que ya no es capaz ni de gritar. Con la piel cubierta de voces que queman como el fuego. Que no dejan de balbucear cosas distintas, cuya prosa o verso tejen por mis arterias párrafos y estrofas que estallan contra mis vertebras. Que se enroscan en mi garganta y se clavan con sus garras de acero en mi cerebro inyectándome el amargo suero de historias que no tienen sentido, de mundos que no existen, de metáforas que duran un instante y luego se disipan como la chispa solitaria de una hoguera. Historias que llenan de noche mis sentidos, que me producen visiones de realidades que por desgracia existen.

Observando el inexacto horizonte de la nada, el amplio territorio donde mueren mis sueños. Intentando sostener esta lluvia de granizo y meteoritos, esas voces que no callan, que no me dejan en paz. Busco una salida, una pared infinita donde expresar con sangre y tinta tantas cosas. Busco kilómetros de asfalto donde relatar la biografía del odio y de la felicidad, el cuento de cómo la tristeza devoró entero al mar. Busco la medicina ilegal que cure este dolor que no hace más que aumentar, este dolor de cabeza, esta indisposición perpetua, este vendaval de burbujas de ácido sulfúrico que no deja de quemar mis huellas dactilares. Busco un papiro infinito donde relatar la historia del bien y del mal que no dejan de perseguirme, el manual de instrucciones de cómo impedir que la vida te coja por sorpresa, el recetario de cómo cocinar un día de lluvia y el reflejo de un rostro en el agua. Busco el cuaderno que soporte las lágrimas del diario de mi ruina y los dibujos que echan a volar sin permiso en mis apuntes. Busco una forma de librarme de por lo menos unas gotas de micro relatos, de un instante de novela, de un siglo de poemas.

Y busqué hasta encontrar una dosis de alivio, una forma de ir vaciando mi piel de voces, de desparramar esas historias, esos sentimientos, esa rabia. Encontré un lugar donde llenarlo todo de colores, donde expresar cualquier cosa. Por eso, asistir al Taller de escritura, fue la decisión más importante de mi vida.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Dónde, cuándo y cómo

Bueno aquí está mi primera entrada :)

Recuerdo el momento en el que abrí los ojos, me costo mas que mover una montaña, sentía el cuerpo dormido y muy descansado, me acordaba de haber estado soñando con un lago, yo estaba en el centro, flotando entre nenúfares, notaba a los peces acercarse a mi espalda y curiosear, me sentía muy a gusto, poco a poco una niebla manó del lago, era suave como algodón, me envolvió y me elevo lentamente, me notaba relajado y tranquilo. La niebla se junto formando una nube ascendiendo, levantándome, arrastrándome hacia un cielo cada vez mas oscuro y menos estrellado, poco a poco todo se ennegreció, y finalmente mi cuerpo cambio de postura hasta estar sentado.

No se si en ese momento me desperté, o sigo durmiendo, pero desde luego no es el mismo sueño. Desde que abrí los ojos me encuentro en un lugar completamente distinto. Estoy dentro de un gran cubo, las paredes son de un tono azul muy negruzco, como si hubiesen pintado encima con carbón, la temperatura es estable y agradable, no siento la llamarada del fuego, ni el caer de la nieve, me encuentro sentado en una silla muy cómoda, tras mirar a mi alrededor he descubierto que hay un equipo medico marcando las constantes vitales, de el salen unos cables recorren el suelo y llegan hasta mi cuerpo. ¡Mi cuerpo, ya no es mío! Me miro y no veo mi cuerpo es mas ni siquiera veo un cuerpo humano, me pongo nervioso, algún aparato empieza a pitar detrás mío, intento levantarme de la silla pero no controlo este cuerpo, me inclino hacia delante y caigo al suelo, resulta que el azul es blando y no me hace daño al caer, noto como algunos cables tiran de mi hacia atrás, hacia las maquinas, noto sensaciones que no sentía antes, mi cuerpo es mas ancho que antes, y con mas extremidades de las que tenia, me empiezo a marear siento cosas que antes no sentía y he dejado de sentir cosas que antes sentía, no noto el tacto del suelo, pero si escucho de una forma distinta, todo parece estar perfectamente ubicado y se oyen los sonidos un poco mas graves, todo ello me marea, y cuando creo que me voy a volver loco mi vista se nubla y mi cerebro se duerme…

Pasan segundos, minutos, horas, días, meses, años, no se cuanto tiempo. Vuelvo a encontrarme en el lago del sueño, pero esta vez es distinto noto mi cuerpo muy blando, como de plastelina, me siento muy flexible. Esta vez no siento los peces, ni veo los nenúfares, pero en cambio descubro que el lago esta en el claro de un bosque, y que en el cielo no hay ninguna nube, parece oscuro pero no llega a ser u negro absoluto. Poco a poco me voy hundiendo en el agua, según me introduzco en el lago todo se hace mas oscuro, siento el agua como un ataúd que me atrapa pero que no me asfixia, ve algunas plantas submarinas pero poco a poco todo se vuelve negro.

Vuelvo a sentirme sentado en una silla tan cómoda como un sillón, lentamente mi cabeza se despeja y despierta. Escucho el sonido de maquinas a mi espalda, y noto una venda sobre mis ojos, la oscuridad me envuelve como una manta en una fría noche de invierno. Muevo mis manos, me toco ¡esta no es mi piel! ¿Me estoy tocando a mi mismo? Creo que si, me noto la piel dura como escamas de lagarto, ¿y mi cuerpo? Según me voy despejando la mente me doy cuenta de que tengo una larga cola, la muevo lentamente sobre el suelo, la levanto ligeramente y la deposito en el suelo, me parece que tengo cuatro brazos y ninguna pierna, me muevo, me levanto. Me quito la venda y descubro que estoy en la misma sala que antes, seis paredes y un color. Mis sentidos empiezan a despertar, noto, al igual que antes, que escucho de otra manera como si todo fuese más exacto.

Dónde, cuándo y Cómo

Sólo conozco el tiempo y el espacio, y esa luz negra. Todos estables y monótonos. Mis constantes vitales siguen en orden, igual que cuando tomé conciencia de mí; aquí no tengo ni frío ni calor, tras estas paredes nada me puede tocar sin que salten alarmas.
Realmente no sé cuánto tiempo llevo aquí, tal vez horas, o días, o meses
. Observo el reloj. Docenas de agujas y dos números: el cero y el infinito.

Observo los muros que forman mi realidad. Camino a través de la luz que emana de ninguna parte. Cuento las esquinas: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, ...volveré a empezar: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete,...catorce, diecisiete, veinte,...Me invaden las náuseas y se dobla el mundo y gritan las paredes.

Lo que me rodea no es ni roca, ni aire ni fuego. No huele, no sabe, no es áspero ni liso. Es niebla negra en bloques de hormigón. Es gelatina de madera y hielo.
En mi pecho siguen resonando tambores y se sigue alzando lo que aspiro, que podría ser el vacío o mi propia vida.
Desconozco el origen de la luz, aunque siempre me persigue una sombra del atardecer. Sigo parpadeando y sintiendo dolor. Sigo hambriento, y sediento. Pero sigo vivo.

Busco una grieta, un resquicio por el que filtrarse, una vía de escape. Pido aire, grito, nadie me escucha, tengo hambre y sed. Pero cuanto más quiero huir más densas son las murallas de oscuridad que me acorralan, más me ahogo, más muerde el estómago y sangra la garganta. Cuanto más grito más mudo me vuelvo. Intento escuchar, pero sólo consigo dejar de oír mi propio corazón. Deseo ver, ver lo que sea. Y me vuelvo ciego.
Deseo contar los pasos que mide mi mundo y todo resulta interminable.

Corro en círculos, lo golpeo todo, sangro, me agoto. Quiero ser libre, libre ,libre, libre. Pero todo es cada vez más y más y más y más pequeño. Rezuma cada centímetro de piel cubierto de moratones. Cruje cada hueso que he utilizado de ariete,
Sólo deseo ser coherente y pensar en algo. Pero sólo consigo volverme cada vez más loco y desquiciado.

Intento controlar mis nervios y repiquetean mis costillas de los temblores. Pienso en acabar con ésto que llamo vida, en degollarme con mis propias clavículas. Pero derrepente mi piel resulta impenetrable. Deseo frío de morfina que acabe conmigo en un sueño tranquilo. Pero entonces todo parece querer arder para despertarme.

Ansío un mundo. Un mundo de tres billones de años luz de punta apunta, sin esquinas, con luz y oscuridad, con sonido y sabor y olor.

Pero todo parece simplemente desvanecerse en mi mente, El perímetro que es mi universo se hace más diminuto que nunca, la luz menos luz y el tiempo más eterno. Y todo parece ser un decorado grabado en mis retinas. Sin movimiento, sin cambios. Ni siquiera hay vacío. Ni siquiera hay silencio.

Entonces pienso: pienso que pienso en un lugar ni oscuro ni luminoso. Ni caliente de frío, con límites por todas partes. Sin vacío ni aire que respirar. Pero con vida. Ensordecedoramente silencioso, pero sin silencio. De un material que no es gaseoso ni sólido ni líquido. Un lugar donde no se distinguen ni el fin ni el principio del dolor y donde se sangra infinitamente. Donde todo es miedo e infelicidad.

Entonces los muros desaparecen. Entonces el tiempo de mil millones de años se me viene encima y me hielo de frío y ardo de calor. Mis pulmones se llenan y todo son gritos sin sentido alguno, ensordecidos sólo por el latir de mi propio corazón. Entonces no hay límites, ni dolor ni miedo. Entonces me desbordo de felicidad. Entonces dejo de pensar y mi vida desaparece para siempre.

De aquí a aquí

Este miércoles vamos a trabajar con dos pies forzados, uno al comienzo del relato y otro al final. Nuestra habilidad e ingenio, que nunca pongo en duda, hará que rellenemos adecuadamente la NADA que hay entre medias.

¿Difícil? Qué va… no hay obstáculos para nosotros.

1) De aquí:

“Los osos hibernan porque permanecen en letargo todo el invierno. Durante este tiempo reducen los latidos de su corazón a 10 pulsaciones por minuto”.

2) A aquí:

“Por eso, asistir al Taller de escritura fue la decisión más importante de su vida”.

lunes, 25 de octubre de 2010

DÓNDE, CUÁNDO Y CÓMO

Aquí tenéis una selección de acciones que pueden ocurrir en el pasado, el presente o el futuro y en cualquier lugar. La idea es escoger una e introducirla en un contexto, puede estar al principio, al final o en medio, puede acabar bien o mal… la única condición es que sea la acción principal.

a) Su mirada me incita a acercarme, me abraza, la abrazo. Impulsivamente me arranca la ropa y la esparce por el suelo mientras me arrastra hacia las sábanas que pronto calentaremos. Dice que no hay tiempo y que no importa nada excepto nosotras dos.

Su lengua inunda mi boca y mis manos incontroladas buscan su cuerpo, lo alcanzan y lo recorren palmo a palmo. Nuestros cuerpos se funden en uno solo mientras bailan al son de nuestros deseos.

Golpes en la puerta. Silencio.

b) En unos minutos se acabará todo, volveré a sus brazos, volveré a verlos a todos sonrientes y felices de tenerme de nuevo. Tanto tiempo hace desde que dije adiós, quién podía pensar que quizás no iba a volver. Pero gracias a Dios todo va a acabar bien.

El sol brilla en lo alto, brilla como nunca, ilumina todo a mí alrededor.

Allí están, frente a mí, sé que han llorado por mi ausencia, pero ahora son felices, otra vez.

c) Mis constantes vitales siguen estables, igual que cuando tomé conciencia de mí, aquí no tengo frío ni tampoco calor, nada me hace daño pues tras estas paredes nada me puede tocar sin que salten las alarmas, en fin, estoy perfectamente.

Realmente no sé cuánto tiempo llevo aquí, podrían ser horas, días o meses. Y la verdad no me importa, quizá me espere un futuro más próspero pero yo aquí soy feliz.

P.D.: Se pueden cambiar las tiempos y las personas verbales, la forma de expresión, la intensidad, el tono, etc. También se puede fragmentar el párrafo e intercalarlo con otras cosas. En definitiva, todo es posible siempre que se respete la acción en sí y tiene que pasar todo lo que pone, es decir, no se pueden dejar trozos sin poner.

Buena suerte y a ver quién acierta. A ESCRIBIR!!

viernes, 22 de octubre de 2010

Sin nada que decir...

…y con la cabeza abierta, el corazón sobre la mesa y la lengua pastosa. Sin nada que decirte y con la sonrisa hecha añicos, con dolor de espalda en las muelas y con mis bolsillos llenos de segundos que no paran de huir. Miro mi bolígrafo con ganas de saber en qué estará pensando, miro el caos de mi habitación y no me sorprendo. Pasa el día sin ningún atisbo de tormenta, sin bombas de racimo en mi paladar ni carreras de caballitos de mar sobre la alfombra. Pasan las horas y no me entero del compás que hay que seguir para colarme en tu memoria y devorar tus neuronas. En plan guerra nuclear se desencadenaba la tormenta de nuestras miradas asesinas, yo sin alas y tú con ganas de volar de un decimo al suelo desde la terraza. No apetece estallar ni llenarse de vendas, así que posponemos los descensos sin cuerda al infierno para otro momento más preciso. Dábamos vueltas alrededor del magma que impregna las sabanas del núcleo terrestre, intentando parar la rotación de la tierra y así detener el tiempo, quedarnos estáticos en nuestros puestos mientras esta lluvia de mentiras cae y nos acorrala contra el coral y contra la acera. Y cansado de soñar despierto y de despertarme, de beberme el oleaje de años y años de malos hábitos, intento alejarme de este despertador de pesadilla, de este lugar donde la esperanza mengua y la respiración es entrecortada. De este lugar cubierto de escarcha y de santos, de agua turbia y turbinas, de casas sin fantasmas ni secretos, de ciudades divididas por muros y alambre de espino. De este lugar que siempre está sangrando, de este mundo falto de abrazos y sonrisas.

Sin nada a lo que aferrarme en esta pared lisa y escarpada. Sin nada a lo que aferrarme en esta cuesta de ascuas y locura, de esta increíble forma de morir de viejo delante de un televisor. Removido y agitado en un coctel de decisiones vitales que no llevan a ninguna parte. Escondido entre este rencor que no acaba y este abismo hasta arriba de recuerdos. La noche me acecha y sus caricias me alejan de estos parajes extensos donde habita una responsabilidad innecesaria, un rugido eterno y centelleante, un millón de años luz entre la chispa que produce sus pupilas y este pirómano en busca de combustible. Absorto en esta melancólica sonrisa, en este drama divertido de una vida plagada de altibajos y de falta de reflejos. Fundido a fuego y a cemento con este silencio que no deja de chillar, con esta asfixia de oxigeno, con esta inaguantable sinestesia que no se capta por ningún sentido. Aprisionado por un futuro demasiado frágil, anclado a un pasado que no deja de engordar, sintiendo la brisa endeble de un presente que no promete nada ni se cuenta nada nuevo.

Sin más que dejar que una estampida de palabras, un surtido de frases inconexas, un puzle imposible de resolver, una metáfora sin sentido en un huracán de vacío. Sin querer más que un espacio en blanco, unas cuantas dosis intravenosas de tranquilidad entre giros y ajetreo. Sin otra cosa que querer mirar que el mundo entero, el fondo del océano, el último grano de arena del desierto, cualquier cosa que no se pueda volver a ver una vez más. Sin escuchar el sonido de las olas, el estridente amanecer que se alza allá a lo lejos, el sonido tenue de la oscura bruma que me invade. Sin ganas de arrancar el sol ni alcanzar la luna, ni encontrar un paraíso ni una botella a solas, lanzo al vacio piedras y lamentos. Sin memoria ni logros, ni tinta ni comienzos. Sin nada más que estas líneas y estos puntos intento despegar de este enjambre electrificado, de estos litros y litros de párrafos que juegan al escondite con el ingenio.

lunes, 18 de octubre de 2010

Rutina

Hoy necesito algún cambio radical. Una página distinta en mi existencia. Un nuevo amanecer. La rutina me mata. Me encantaría vivir una hora que se saliese de lo cotidiano, aunque sé por experiencia que no ocurrirá.
A las 6:45 suena el despertador, a pesar de que no halla pegado ojo en toda la noche. 3 minutos después y a trompicones, camino hacia la ducha. En ella empleo mis diarios 24 minutos aseándome. Al salir me dirijo de nuevo a mi habitación decorada con montones de fotografías que ahora noto tan lejanas. Me visto, desciendo las escaleras hasta la cocina y me dedico por entero a un sencillo desayuno de 4 galletas ( ni una más, ni una menos ) y el café.
A las 7:41 salgo de casa. Atravieso la calle; la 1ª a la izquierda, y ahí está la parada del autobús. Tras 780 segundos, aparece al final de la calle. En los 27 minutos que dura mi trayecto, me abstraigo entre el traqueteo del autobús y los murmullos de los personajes de dicho medio de transporte. Me siento como un navegante a la deriva, en medio de un mar sin viento, en el que solo queda esperar.
A las 8:21 llego a mi destino, donde me reciben mis amigos y camaradas con sonrisas amables, alegando tener suculentas noticias y datos extraordinarios. No se dan cuenta de que es el mismo relato con ligeros matices y distintos protagonistas. Sonrío, suelto un comentario sarcástico y todos ríen. Al parecer no han apreciado el toque burlesco de mi acotación… una vez más.
Unas 6 infernales horas y 39 minutos más tarde salgo de allí, sintiendo que las clases no me aportan nada nuevo. Me siguen dejando más muerto que vivo.
No quiero volver a casa aún. Miro el reloj. Para mi madre, aún me quedan 4 horas para salir del taller de carpintería porque estoy trabajando en un trabajo con un compañero. Lo que ella no sabe es que lo finalicé hace 2 semanas. Era un trabajo individual.
A las 15:18 estoy en el local de comida rápida que se ha convertido en mi 2ª o 3ª vivienda en estos últimos 4 meses. Devoro mi hamburguesa con avidez; pensando mientras en a quién debo darle las gracias por una realidad tan insustancial.
A las 15: 53 salgo y ando. Me encamino lentamente entre un sinnúmero de callejuelas escondidas en esta, mi ciudad. Finalmente, llego a mi destino. Un parque enorme en el que se extiende una gran arboleda. Está inundado de millones de flores de todos los tipos. Bajo ellas, un frondoso y amplio césped verde casi fosforescente que te pide en una muda invitación que te sientes a los pies de un pino, o de una acacia. Como si un canto de sirena fuera, me alejo unos metros hasta encontrar lo que se podría llamar “Mi lugar”. Se encontraba frente a un estanque y bajo una aya. Solitario y poco concurrido. Perfecto para mí.
Me siento y reflexiono. Sobre todo. Mi futuro, mis decisiones, mis relaciones,… sigo dándole vueltas. No me conduce a nada. Lo mire por donde lo mire, me deriva a lo mismo: el olvido por parte de todos de una persona tan poco interesante y sustancial como lo soy yo. Cierro los ojos y me dejo llevar por el sueño.
Al rato, me comienzo a inquietar. No se si es a causa del sueño que acabo de tener, pero me siento observado. Esto hace que me sienta tremendamente incomodo.
Abro los ojos. Alguien. Una chica. Me está mirando, con unos ojos negros que hacen que se revuelva mi interior de una manera inquietante. Se encuentra en la otra orilla del estanque. Está sentada sobre una manta gris y parece que estaba jugando a las cartas antes de centrar su atención en mí. No adivino cual puede ser la razón por la que me observa con tal fijeza. Será por ese aire de lunático que me da el pelo despeinado. El caso es que no puedo apartar la mirada. El tiempo sigue pasando, mas yo no lo noto. Solo quiero estar aquí, con ella, hasta que el mundo explote.
De repente, se levanta. Recoge sus cosas y se marcha en silencio. Yo sigo embobado, empapándome con cada uno de sus movimientos y encerrándolos en mi memoria, como si se tratara de una obra de arte. Hasta que no veo que se ha perdido entre los árboles, no vuelvo en mí mismo y miro la hora. Las 19:07. Se había hecho muy tarde y seguro que mi madre estaría en casa preocupada. Me incorporo y recorro lo andado a una velocidad de vértigo.
Llego a mi casa antes de lo que esperaba, a las 19:54. Gritos por parte de mi madre, mientras mi padre se limita a asentir sus preguntas sin levantar la vista de su periódico, en el que seguro leía algún artículo espacial de esos que tanto le gustaban. Subo a mi habitación. Enciendo el portátil y mientras se está abriendo mi página de Facebook, no dejo de pensar en la chica con la que he tenido esa batalla visual en el parque. Solo esperaba que esa lucha solo fuera una de muchas. Estaba decidido a que quería tener una guerra de miradas (con todas sus etapas) contra ella. ¿Sería eso que llaman amor? No creo. Era lo que necesitaba. La chispa de la vida. El cambio.
En mi perfil hay una novedad. Una petición de amistad. La abro.
No puedo apartar de los ojos de la pantalla. Es increíble. No se como, pero me ha encontrado.

viernes, 15 de octubre de 2010

RETALES

El amor va a la deriva tras la sombra de un sombrero.
Escribe una página a la izquierda, a la derecha;
Se mueve la sombra y así el amor navega con el sombrero puesto
De un lunático extraordinario.

El amor a la deriva es eso,
Una fotografía de guerra.
El canto de un camino que invita a caminar.
Un individuo nuevo,
Que manda cartas al espacio en blanco
De una pantalla en negro.

El amor a la deriva es eso,
Sencillamente eso…
La experiencia de un relato
Escrita en el olvido.

lunes, 27 de septiembre de 2010

¡¡¡¡VOLVEMOS!!!!


El miércoles 13 de octubre, a las 17:00 horas, nos encontraremos nuevamente. Os espero a todos, antiguos y nuevos. Nos espera una nueva aventura.

jueves, 26 de agosto de 2010

Las horas

Despierto entre las sábanas sin azúcar de las nueve de la mañana, llenas de duendes duermevela y hojarascas de ojeras secas de soñar en canal codificado. Me revuelvo y me encuentro con los escorpiones de los cuartos de hora y las moscas de los segundos que estallan en legañas.

Me encojo en el hueco oscuro de las diez y media, donde desbordan las hadas de las diapositivas de las copas vacías y de la colección de vasos de chupitos con cartel de repetido. Y mueven sus alas de sombras chinescas y agitan su varita, y las luciérnagas se apagan una a una.

Y en un bostezo hago crujir mis tendones de las doce menos cinco y cae el ancla retumbando al borde de la cama, donde el goteo incesante de mi saliva a pasado ya a formar parte del silencio. Junto con las carcajadas y las balas perdidas en cualquier cerebelo de cartón.

Entonces me desvelo en el lugar donde se superponen las dos y las tres de la tarde. Con mi estómago lleno de nidos de ametralladoras con un pobre ave fénix con sólo vómito del que renacer. Dónde sólo quedan los cadáveres del resto de la tripulación nocturna y a mí me toca seguir remando contra la corriente y contra la resaca.

Y en el segundo segundo, del cuarto cuarto de hora de las cinco de la tarde empiezo a pensar en luchar contra esas telarañas invisibles que me esposan a la cama. Hechas de pereza y de mucho en lo que pensar. Y de mucho que hacer mañana.

Así me revuelvo tras diecinueve horas repletas de tentáculos de medusa y flanes de huellas dactilares. Y los temblores de la gelatina cardiovascular me hacen entrar en trance y mi mente se hace pólipo y deja que se posen los recuerdos.

Así llegan veinte horas y treinta y siete minutos de no descanso. Así vuelven los espasmos y los gatos de luz de luna y la rémora de sueños. Protagonizados por gabardinas blancas de botones negros de pupilas, o de escarabajos, o de algo que he olvidado y que me sigue hipnotizando.

Y derrepente caen las nueve y catorce de la noche. Las veintiún horas de quitarte poco a poco tus secretos y tesoros prohibidos escondidos bajo la suave arena de tu ropa interior. Y un solo ojo a la vista porque me sobran cuatro sentidos y medio. Y una mano a la espalda que me falta fuerza de voluntad para soltarte más de trece instantes seguidos.

Y si a cada beso se pierden doce calorías sólo te pido que me consumas hasta la leña de los huesos.

Y finalmente, tras veintitrés horas y cincuenta y siete minutos de momentos entre esta vida y la siguiente. Tras infinitos intentos por no apagar la luz del final del túnel para seguir mirando sus ascuas incandescentes. Tras una ducha fría y cientos de miradas gélidas a mi propio reflejo, decido ponerme en marcha de nuevo para perder el tiempo, y así poder pasar otro día más encontrando las horas.

jueves, 29 de julio de 2010

Mis recuerdos desde...


Roma para todos vosotros. He pasado un calor inmenso, pero los sudores han merecido la pena. Os mando una muestra.
Mucha suerte y feliz verano para todos.

martes, 27 de julio de 2010

Las utopías de las tazas de café.

Eché de menos tantas cosas, que no me quedó más que echar. Tal vez la casa por la ventana, tal vez la vida por un precipicio. Me ahorro sustos, pierdo los reflejos. Ya no busco nada en los desiertos, sólo trago arena, mastico tiempo y cuando ya no doy abasto abrazo al odio y me intoxico. Disparo al aire, me divides en dos. Y si te miro a los ojos ya no tengo nada más que decir. Pero tu presencia me agarra la garganta, y si mi radar no te detecta me elevo a la hipotenusa pero no consigo despejar nunca la ecuación. Y me atraganto, me atraganto con tantos días de angustia, con tantas cicatrices y huesos rotos. Y como siempre, hasta la madrugada tu recuerdo me apabulla, y al madrugar las ojeras me recuerdan que ayer te recordaba. Y si tu recuerdo no aparece, me dejo caer por tu memoria y me mezclo con tus neuronas, bebiéndome tu sonrisa hasta que ya no pueda más. Y si quieres jugamos al escondite o a devorar el horizonte. Y si quieres nos perdemos de vista y ya apareceremos en otra dimensión.

Tantas barreras y sin ganas de barrer. Tanto polvo en la estantería y mis libros ni se quejan, tal vez esperen un momento más propicio, un momento menos difuso. De mi ventana para afuera los alicates de la desesperación arrancan trozos de alma, y la miseria son ascuas escondidas aleatoriamente en bolsillos. Y aunque cierre los ojos todo sigue igual, como si el inmenso dolor que aflige a la ilusión se expandiera hasta crear una nueva capa en la atmosfera. Pensando en escapar de esta hermeticidad inmune al olvido me marcho al inmenso ajetreo del que busca el silencio o a la apacible familiaridad de la rutina. Y sin más destinos que tu boca, y alguna que otra frontera de la imaginación desangro colores por las rutas de la tristeza, para teñir de algo más luminoso la morada lúgubre y desierta donde viven las lágrimas. Y sin ganas de quemar mis huellas, dejo los azulejos prendidos del barro del paso de los años, y a cada pisada menos miedo, y a cada pisada, menos rencor.

Quise camuflarme en algún callejón oscuro. Quise ser el cliente del mes del peor bar. Reí hasta matarme de monotonía, suspiré hasta regalarle la chispa necesaria de vuelo a un centenar de mariposas. Vendí mi vida. Compré mi historia. Me comí medio mundo y el otro medio lo dejé por educación. Soñé con la luna, topé con el cielo. Viví entre diamantes, conocí el amargo sabor del arrepentimiento, soldándose a mi paladar. Fui a ciegas por el mundo. Y a cada rugido sembré de amor y guerra cada página de piel que arranque de mi cráneo. Loco de atar destrocé todas las utopías de las tazas de café. Temblé de miedo, liberé al valor. Tan traicionero como un marinero en aguas del Caribe, tan bondadoso como la persona que siempre quise ser. Y aún así sonrío con malicia, explota la dinamita y salto por los aires directo a tu regazo. Apuesto todo al color rojo. Te pierdo si no me ando con cuidado. Si no corro vuelo, si no acude la amnesia a mi cita ciegas tal vez no quiera recordar que la realidad supera a la ficción. Tal vez no quiera recordar que los susurros a veces son gritos de entusiasmo. Tal vez no quiera recordar que la lluvia limpia la mirada. Y que la poesía que brota en las partituras de sus sueños no tiene otra moraleja que la autodestrucción de las fieras salvajes, y de toda la vida acuática.

jueves, 24 de junio de 2010

A la salud de todos los infieles a sí mismos

...y prometo, prometo que nada será eternamente igual, prometo repetir mis errores hasta que se harten de mí; prometo aprender bien todos los pecados capitales y practicar el deseo de reincidir a la vez que de enmendarme; prometo no olvidarme del dolor ni de la sensación que deja éste cuando se va; prometo no dejar nunca de embriagarme de emociones, de sentir la efervescencia de una corriente eléctrica creciendo a través de mis muslos, de mi columna vertebral, de mi nuca; prometo que el aire volverá a faltarme en el pecho, prometo que mis manos temblarán de nuevo, que cada milímetro de mi piel se erizará, que el miedo y el asombro poblarán mis ojos una vez más, y otra; prometo recordar que el ansia de vivir existe, que hay un hambre que sólo se aplaca al devorar el mundo a mordiscos; prometo no abandonar nunca mi instinto animal, el deseo feroz y violento, tener las garras y los dientes siempre bien afilados; prometo que estallaré en risas y en llantos a la menor ocasión, que mis actos serán irracionales y mis pensamientos sensatos; prometo seguir buscándome, no importa en dónde ni en quién.
Y si no me encuentro, al menos tendré la certeza de que cumplí una de mis promesas.

miércoles, 16 de junio de 2010

Inconexión en dosis letales.

Caían las hojas de los árboles, el cielo se nublaba y se llenaba de amatista. Temblaba la vida encerrada en un hospital. El amor se quemaba vivo aposta. Caían lágrimas de los ojos de una estatua de mármol blanco, el sol se marchaba de viaje en globo por las venas de un perro lazarillo. No me quedaba voz, ni tacto, ni vista. Sólo medio botiquín y un poco de veneno. Un sueño, una postal medio quemada, algunas pocas normas por romper. Y el tiempo pasaba y no avisaba de su presencia, nos echaba su aliento fantasmal en la nuca y nos hacía dudar de las cosas que nunca ocurrían, de todo lo pasado, del continuo presente. Kilos de decisiones y litros de rabia reventaban en mi estomago, me cortaban la respiración.

Y los duendes, las hadas, los dragones negros y las brujas de fin de semana me miraban y huían dejando a la alfombra con la columna vertebral rota, dejando sin tuercas ni tornillos las puertas. Huían y todo era un lío ahí fuera. El jardín se quejaba y no dejaba de tejer con hilos de saliva prendas de odio, pintaban un paisaje lleno de color muerte y agua no potable. Contaban entre carcajadas las consecuencias de los impactos de los meteoritos. Y entre tanto, entre impacto e impacto, surgían llamaradas moradas en mi lengua y me pasaba el mes atado al hielo. Congelándome sin moverme del sofá. Y si tenía demasiado frío rompía más y más promesas, hacía hogueras con mis libros favoritos, con mis mediocres poemas de estaño y extraño pelaje. Si tenía demasiado frío la iba a buscar a su vida de flor perdida entre paramos y no me atrevía a llamarla a gritos. Rompía a llorar y rompía el suelo con una mirada impregnada de locura, legañas, pasión mortal.

Y dando saltos mortales volvía al mundo real y abrazaba las semanas sin demasiada ilusión, sin descanso, sin buena música, lleno de complejos y de poca seguridad. Y las vías del tren me obligaban a dormir, y los regalos de cumpleaños a sentirme cada vez más joven, y la noche a ser un gato, y el día un lagarto. A cada golpe de tambor un golpe de gracia en un latido. A cada golpe de soplo de viento una brisa que talaba bosques, que llenaba de pereza a la ilusión, que no decía la verdad y siempre acertaba. Y entre escombros, hecho un lío, sin saber salir de mi propia jaula, sin las llaves del coche, sin gasolina en los labios echaba andar y hasta donde me depararan las piernas. Tal vez en un bar donde el tiempo no pasa y el alcohol nunca acaba, donde la tristeza era un compañero fiel, donde el silencio se veía a veces interrumpido por invocaciones y rituales para obtener más vino, más tristeza, más propina. Tal vez acabara despierto en una cama de arbustos y comadrejas, de tejas de pizarra y tizas invisibles. Y si no ando me quedo plantado en cualquier sitio y echo raíces sin pensarlo. Y miro al mundo con una sonrisa de incomprensión. Un mundo con una marca de carmín en una mejilla y en la otra la marca de un mordisco. Un mundo deformado y desigual sin suficiente cinta adhesiva para arreglarlo todo. Medio mundo lleno de escarcha, medio mundo acatarrado, medio mundo infeliz. Y la otra mitad o no sabe o no contesta.

Y como para contestar están las cosas si ella no está cerca para torturarme, para guardarme bajo llave, para encerrarme en mí mismo, para clavarme en los pulmones los clavos de la emoción y en las pupilas un puñado de afiladas interrogaciones. Y sin sentido, empañado por el humo y el vapor de agua, no veo nada, demasiada luz y demasiada tiniebla, demasiado acero y demasiado cristal, demasiado viento en la médula y demasiada tentación en su perfume, demasiado alquitrán en mis neuronas, demasiados cocteles entre semana, demasiados secretos que escuecen y marchitan ,demasiado odio, demasiada piel que centellea y escapa, demasiadas ganas de estallar en mariposas de petróleo y carbonizarme en alguna luna de Júpiter mientras el mundo explota en color y sobredosis de software y puntos de mira, en balas de plata y sargentos de hierro, en una graciosa expresión de sufrimiento, en una hoja que cae de un árbol mientras el cielo se nubla y se llena de amatista.

lunes, 14 de junio de 2010

Números

Mil millones de estrellas en el núcleo de una galaxia sin nombre...

Trescientos cincuenta mil millones de sistemas planetarios. Catorce mil ochocientos veinte planetas al borde de la espiral, trece mil setecientas nubes de asteroides y once mil cuatrocientos cometas sin órbita fija.

Siete millones de supernovas por segundo a dieciséis mil años luz en trescientos sesenta grados en todas las direcciones en el espacio. Nueve mil nuevas nebulosas formando materia cada minuto.

Un Sol envejeciendo, ocho planetas muertos rodeando a una esfera azul envuelta en trece mil setecientas toneladas de basura espacial.

Trescientas ochenta y dos fronteras delimitadas y ciento sesenta y dos repletas de doscientas diecisiete mil minas antipersona.

Siete ciudades hipercontamindas, nueve desastres nucleares. Tres icebergs y dieciocho kilómetros cuadrados de hielo diluyéndose en el océano cada cincuenta y dos horas.

Dos niños muriendo de hambre cada segundo, veintidós piernas trepanadas por las bombas cada treinta y siete horas. Dos metros de océano ascendiendo con la marea de cada veintiocho días de ciclo lunar y seis mareas negras cada cuatro meses. Diecinueve incendios forestales llevándose por delante a doce especies cada tres semanas.

Veintisiete guerras abiertas, dos mil tanques a un lado, veintitrés críos al otro. Cinco disparos de cañón. Diecisiete críos menos. Tres ojos ciegos por el fuego y la metralla. Doscientas cincuenta mil casas en ruinas, dos bombardeos al amanecer, uno antes del ocaso.

Dos coma tres lágrimas por centímetro cuadrado de mejilla quemada por el Sol. Una garganta, mil voces mudas, un grito de rabia que se pierde entre las humaredas de trece mil chimeneas. Cero coma treinta y siete toneladas de hambre en cada costilla tatuada contra el pellejo que queda.

Treinta y nueve músculos en movimiento, sesenta y dos ya sin riego sanguíneo, catorce desconocidos. Un corazón, treinta y cinco latidos por minuto, treinta y tres, veinticuatro, dieciocho,...

Mil billones de células, una respiración, tres bocanadas de aire, diez espasmos musculares, mil ganas de vomitar, quince billones de bases nitrogendas secuenciadas en cada célula, infinitos átomos, innumerable vacío, cero deseos de continuar, menos cuarenta y seis centilitros de voluntad para seguir soportando las doce mil atmósferas de dolor que oprimen y desgarran por dentro una ,dos, tres, cuatro, cinco, seis y diez veces y vuelta a empezar...

Incontables memorias, una bala, otra, otra más...Cuenta perdida.

Ningún recuerdo...Y fin del cuento.

lunes, 31 de mayo de 2010

over the sea

Poco a poco
Ola tras ola
Marea de hierro sobre la arena
Cuentas de cristal y estabas sola
En un acantilado frente al mar

Existió perdido
En algún sitio varado
Astillado y tranquilo
Vereda seca bajo el fogoso sol
Dónde perecen ya las hojas secas
En un desierto que a fuego
Quemo en ardiente chispa un ahogado corazón

Entre mareas coralinas
Rasgando a trazos la pálida piel
Sangrando el océano intrincado
Trayendo teñida la espuma
Como el roto centro del deseo y el andar
Cansado y tardío, perdido
Entre pies hundidos bajo el agua
Sólo humedad en esta tierra, insalvable ya sobre océanos
Caminar, reír y correr

Una duna brillante, dorada y espesa
Oasis de calor
Espejismo incierto como la vida
Vuela, vuelve, viene y va
Formando capas de arena dura
Del norte al sur sin reposar
Nómada del viento intranquilo
Sin tregua para teñirse de oscuro
Bajo el sol y junto al mar

En el acantilado caída
Sobre la tormenta vara el cuerpo a descansar
Revolviéndose entre corrientes
Y encallando dónde no llega ni el mundo
Ni amar se puede, meditabundo el alma
En un lugar dónde no alcanza el sol, ni el mar

Tierra, arena, fuego y agua
Espuma blanca, hielo, llama y sal
Lágrima de ojo sellado
De vida triste todo olvidado debe estar
Ella, navegante del recuerdo desecado
Se disuelve y revuelve en la mente
Como un regalo deshojado

Desflorada yace ahora
Sobre la tierra, hecha nada, varada y clara junto a la espuma
Ola tras ola, rota contra la sequedad
Negada, olvidada, muerta, sellada,

Varada, varada, varada,
Varada ella, seca, flotando junto al sol sobre la mar.
Sobre la mar.
La mar…

jueves, 27 de mayo de 2010

Testamento de miércoles

No sé qué día es, tal vez sea miércoles, pero atrapado entre corrientes de aire y sacos de huesos, inmóvil, sólo puedo dejar mi testamento.

Lego atardeceres que no he visto, y viajes a la Luna sin retorno. Visitas a panales de abejas que nos saben hacer miel. Le dejo al mundo un espacio en blanco a prueba de manchas de sangre y problemas. Lego semillas de caos divertido para plantar en los velatorios, para sembrar el pánico en los bautizos. Lego suspiros, lego mi mirada ronca y mi voz ciega. Lego espejos que no se reflejan y reflejos que confunde. Lego misterio en las calles y pasión en los balcones. Lego agua helada que evita el hipo y fuego que frena la tos. Le lego al mundo los días de vacaciones que yo ya no necesito. Le lego mil brujas y mil escobas voladoras, le lego aspiradoras que aspiran el mal humor.

Le lego a la Muerte un libro de recetas de cocina, una máscara llena de vida, un pálpito y una corazonada. Le lego a la Vida una pizca de confusión, aceite y sal, guantes de boxeo, un desfibrilador.

Lego piezas de lego que no encajan con las demás piezas. Lego una tetera japonesa harta de beber té. Lego mis nervios y neuronas porque es bueno reciclar. Le lego a todo el que lo quiera una tormenta de verano que no acaba y maúlla, caracoles veloces como el viento, resultados imprevistos, paraísos fugaces. Le lego a todo el que lo quiera consejos para vivir la vida del revés, tréboles de tres hojas que no dan suerte pero si una buena apariencia.

Le lego al Hambre bombas de racimo, zapatillas que se comieron sus cordones y ahora tienen nudos en la garganta. Le lego a la Sed agua oxigenada, mercurio de termómetros, lágrimas de metal de las que cuesta tanto llorar que no vale la pena, un juego de vasos de papel de periódico.

Le lego a lo que fui un mapa y una brújula, una sarta de mentiras, una llamada perdida, un tren
que espera más de lo debido. Le lego a lo que ya no podré ser una espada y un escudo, una princesa, un dragón y su castillo. Les lego a los ratones de mi casa unas fauces voraces, un castillo de queso, una huida fácil.

Le lego legañas al Sueño y una boca que escupe monedas a las fuentes de los deseos. Le lego a mi sofá cien años de descanso y a mi cama suficientes horas de sueño.

Les lego a mis hijos fotografías medio quemadas que, en blanco y negro, recuerdan tiempos siempre felices y antepasados que nunca pasarán de moda. Les lego a mis hijos una caja que no se puede abrir donde guardo telas de araña, marcas de carmín en las mejillas, cuadros que rompí en mis enfados, gritos de dolor, bromas exactas, chimeneas que no se cansan de fumar. A mis hijos les lego razones por las que seguir con las pilas cargadas y con peso en la espalda, tres tristes tigres que no rugen y a los que no hay que temer.

Y por último le lego a los puntos suspensivos más puntos suspensivos, un coctel, una goma de borrar que lo emborrona todo de tinta y un punto y final.

martes, 25 de mayo de 2010

Último día

Testamento de miércoles

(miércoles 26 de mayo 2010)

Dado que este es el último miércoles que vamos a tener Taller, os invito a hacer nuestro particular “Testamento de miércoles” como este que el siempre sorprendente Benedetti nos ofrece.

Aclaro que éste no es un testamento
de esos que se usan como colofón de vida
es un testamento mucho más sencillo
tan solo para el fin de la jornada

o sea que lego para mañana jueves
las preocupaciones que me legara el martes
levemente alteradas por dos digestiones
las usuales noticias del cono sur
y la nube de mosquitos casi vampiros

lego mis catorce estornudos del mediodía
una carta a mi mujer en la que falta la posdata
el final de una novela que a duras penas leo
las siete sonrisas de cinco muchachas
ya que hubo una que me brindó tres
y el ceño fruncido de un señor
que no conozco ni aspiro a conocer

lego un colorido ajedrez moscovita
una computadora japonesa sin pilas
y la buena radio en que está sonando
el español grisáceo de la bibicí
ah la olivetti y el cepillo de dientes
no los lego porsiaca
lego tropos y metáforas de uso privado
que modestamente acuñé en la tarde
por ejemplo el astillero en que reparo mis sueños
el pájaro aleatorio que surge del crepúsculo
la cortina de lluvia que miro y no descorro
lego un remordimiento porque es

aleccionante

... (el resto del poema, en el Taller)