jueves, 4 de febrero de 2010

Tormenta

Un rebaño de nubes de tormenta entre ceja y ceja. Un chaparrón de malas ideas en mi cerebro. Y a fuera de mis pestañas hace buen tiempo pero me es indiferente porque cuando te miro todo se nubla. Si hace buen tiempo me es indiferente porque cuando noto tu presencia graniza en mi garganta. Y todo da vueltas de campana. Terremotos que me asolan el alma y olas gigantes que me parten las piernas. Ya no se qué pensar entre tantos huracanes. Y no hay paraguas, ni chubasqueros, ni refugios que sirvan para algo. Y los volcanes de mis sueños expulsan consejos y frases hechas que no me resuelven nada junto con imágenes y recuerdos que siempre intento olvidar. Parece que la sangre mana con más fuerza cuando se producen avalanchas. Y entre las inundaciones que se producen en mis oídos, producidas por el aguacero de tus frases inconexas, por tus pensamientos dichos en alto, por todo lo que dices flotan algunas ilusiones que de momento no se han roto. Pero, endebles, van a la deriva hasta encallar en algún banco de arena insensible y aburrida de ser simplemente arena. Y entre la furiosa tempestad espero poder olvidarte o por lo menos aliviar el dolor que me causas. Y entre la bruma que se crea a cada paso que das, intento respirar pero no puedo. Se me olvida que tus ojos son dos remolinos en el mar. Los tornados que asolan mi habitación no me dejan dormir y así no hay quien se despierte. Parece que entre tanto cuerdo que nieven sonrisas sea algo de locos. Parece que entre tanta desdicha contentarte con un rayo de sol no consuela. Y la decadencia de la aurora boreal hace mella en mis parpados haciéndolos pesados. Tan pesados que se me cierran sin que yo lo ordene. Tan pesados que hacen que me caiga al suelo y no pueda levantarme. Y la lluvia de estrellas me golpea y hace que me convulsione. Leer tu nombre provoca mil desprendimientos de tierra, ochenta amagos de explosión nuclear. Y dicen que tu cabello derrite los polos. Y dicen que tus labios producen sequias y sube la marea cuando besas. Pero solo besas a las promesas imposibles, a las viejas tradiciones, a los agujeros de la capa de ozono. Pero no se le puede poner título a tu biografía, ni nombre a tus aventuras entre la escarcha de las mañanas invernales. Torbellinos sobre el papel. Y aguanieve sobre el asfalto.

Y la gota fría del despertador me despierta de mi pesadilla. Y ataviado con tormentas tropicales me interno sin linterna en tu termo de café. Y robándole al plenilunio sus últimos mordiscos dibujo un amanecer de estepas áridas. Me muevo sigiloso como las gotas de rocío entre la densa actividad mecanizada de la madrugada. Me doy a la fuga si el desayuno no concuerda con las tormentas de arena que tenía en mente el día anterior de ver morir a mis ilusiones. Y si huyo de tus miradas de cristal y hielo es porque no quiero que suba el nivel del mar en mi corazón. Demasiado encharcados están mis pulmones por los mares de lágrimas que lloro hacia dentro como para preocuparme de un corazón que se ahoga. Y si no hago caso cuando me arrancas la piel a tiras es porque el tiempo cubre de niebla mis sentidos. Amenaza con desprendimientos de roca este nuevo día. Amenaza con arenas movedizas el abrazo que me quieres dar. Y rodando transcurre el día, rodando en una tormenta que no tiene final. Que solo acaba de comenzar.