miércoles, 28 de abril de 2010

Entrevista de mí para mí... Me hago tan feliz xD

-Señorita Velayos, le estoy tan agradecido de que esté hoy aquí...

-No me de las gracias. En realidad, nada de esto ha sido obra mía, sino de los misteriosos designios del destino o, si lo prefieren sus lectores más pragmáticos, del curso encadenado de acontecimientos aleatorios ajenos a mi voluntad que me han traído hasta aquí. Podríamos incluso definirlo como la mano de Dios actuando en la Tierra, pero en ningún caso ha dependido de mi voluntad mi presencia o no presencia hoy aquí.

-Eh... Gracias de todas maneras. Bien, el objetivo de esta entrevista en profundidad es conocer un poco mejor a la autora del fascinante libro "El ser o no ser de la posibilidad de estar de la muchedad de los estadios" o, como lo llamaremos a partir de ahora, "La muchedad".

-Disculpa que te interrumpa, Mike. He de decir que, dada la brevedad del tiempo de que disponemos, esta entrevista no podrá ser profunda, y servirá tan sólo para acercarse mínimamente a mi persona. También me gustaría aclarar que "La muchedad" no es ni mucho menos exacto. Si hubiese deseado ese título para mi libro, lo habría sido desde un comienzo. Pero continúa, por favor.

-Vale... Bueno, la primera pregunta es obligada: ¿Qué te impulsó a escribir este libro?

-A pesar de que impulsar no es el verbo más correcto, he de decir que esta idea no nació de mí misma, sino que, de alguna manera, me poseyó. Un día nada existía, y al siguiente... se hizo la luz. Es de mi opinión que las historias eligen al autor, y no viceversa. Existen, en algún plano separado de nuestra terrenal materialidad, y escogen a la persona que debe contarlas. Por eso, escritores que me lean, tengo algo que decirles: no dejen de contar las historias que les elijan. No las dejen huérfanas de palabras; hagan caso a su intuición y déjense poseer por la inspiración.

-Conmovedor... Y pasando a un plano más personal, ¿eres feliz con lo que haces?

-Absolutamente. Date cuenta, Mike, de que la gente puede confundir la alegría con la felicidad. Yo puedo parecer una persona pesimista, cínica, amargada, que no gusta de mostrar su estado de ánimo como el resto de la gente. Pero en el fondo, en el núcleo más básico de mi persona... soy profundamente feliz, Mike.

-Y aunque parece algo fuera de lugar tras semejante respuesta... ¿Qué echas en falta en tu vida actual?

-Ay, por echar, pueden ser tantas cosas... Unos centímetros más de altura, unos menos de cadera, una operación correctora de la miopía que me tortura desde hace años, más espacio para libros, poder viajar... Pero en lo esencial, lo verdaderamentete importante... No falta nada.

-Entonces, si volvieras a nacer... ¿serías la misma persona?

-¿Si volviese a nacer, ahora mismo? Por supuesto que no. La diferencia de edad con mis familiares, los amigos que me han acompañado, la edad que tenía al afrontar los acontecimientos que me han asaltado... Han hecho lo que soy. Si cambiase un sólo ápice de mi historia, dejaría de ser quien soy. Pero si me estás preguntando si elegiría volver a ser yo... Sí. Por supuesto.

- ¿Te gustaría haber nacido hombre?

-No me malinterpretes, Mike, no tengo nada en contra de los hombres; de hecho, pienso que, en su mayoría, son un género maravilloso, repleto de bellísimas personas y con grandes cosas que aportar al mundo, pero..No gracias. De hecho, en estos momentos me viene francamente bien ser mujer. Claro que si hubiese nacido hombre, las razones por las que me agrada tanto pertenecer al género femenino no serían válidas... Pero no, el caso es que a mi yo actual no le habría gustado nada ser un hombre.

-Bueno, y ¿en qué personaje famoso te habría gustado reencarnarte?

-Si me reencarnase, sería en un ser no nacido, que no tendría que ser necesariamente un futuro famoso, tal vez ni siquiera un ser humano, Mike, por lo que me es totalmente imposible contestar a esa pregunta. No me encuentro capaz de decidir qué no nacido será famoso en un futuro y, para ser sincero, tampoco de aceptar la idea de reencarnación.

-De acuerdo... ejem... Dejaré de intentar convertirte en otra persona. Je. Je. Estoo.. ¿De qué aspectos tuyos estás más satisfecha?

-Podría decir que no me desagrada el color de mis ojos pero, dado que nada en mi físico es mérito mío, sino de los excelentes genes que mis padres me han transmitido, me inclinaré a favor de no morderme las uñas. Puede parecer algo muy nimio en comparación con mis muchas virtudes, pero para mí ha sido una encarnizada lucha que ha durado años y que, finalmente, ha culminado en un colosal triunfo de la mente contra la materia.

-Ya... ¿Y de cuáles estás menos satisfecha?

Déjamememe pensar... A ver... Un momento... Espera, espera sólo un momentito... Lo siento, es que no se me ocurre nada.

-¿Tú tienes abuela, bonita?

-No.

-Y con esta reveladora respuesta concluímos la entrevista.

martes, 27 de abril de 2010

Entrevista a uno mismo

Se trata de hacerse una entrevista a uno mismo en la que forzosamente se deben incluir las siguientes preguntas entre otras:

  • ¿Si volvieras a nacer serías la misma persona?
  • ¿Qué echas en falta en tu vida actual?
  • ¿De qué aspectos tuyos estás más satisfecho? ¿y menos?
  • ¿Te gustaría haber nacido hombre o mujer, es decir, con el sexo contrario al que tienes?
  • ¿En qué personaje famoso, actual o pasado, te gustaría reencarnarte?
  • ¿Eres feliz con lo que haces?

domingo, 25 de abril de 2010

Papiroflexia de nosotros mismos.

Surgimos del llanto, tal vez por eso hoy tenemos la tristeza reflejada en el rostro. Viviendo en un paraje solitario y caótico, tal vez por eso hoy mis lágrimas sean ásperas. Queríamos comernos el mundo y ahora nos atragantamos con un beso. Soñábamos con volar alto, ahora miramos atrás y nos damos cuenta de que si volamos, volamos en mil pedazos. No sé, parece que pasamos de vivir hasta la muerte a morir mientras vivimos. Y luego, abrigados por una noche que no luce, sin sonrisas que pintarnos el uno al otro, nos damos cuenta de que nuestras raíces no absorben el agua, que fuimos demasiado estúpidos para pensar que las heridas no duelen aunque sean pequeñas, que la sinceridad no escuece si es con buenas intenciones.

Maldita sinceridad, nos agarra del cuello y nos hace fijar la mirada en lo que no nos dimos cuenta. Tal vez por eso yo prefiero no mirar y tú sólo mirar de reojo. Y cerramos los parpados a cal y canto para no ver la parodia de vidas que intentan ser felices, la continua extensión de coches y coches que nos llevan por delante, que nos arrastran en una espiral de derroche y de palabras, en una línea recta llena de cactus y cenizas.

Y mira que siempre quisimos ser jóvenes y al final las arrugas ocuparon el espejo y nos hablaron al oído susurrando descansa y nosotros con los ojos rojos de lágrimas y veneno odiábamos el paso del tiempo, y la manera en la que revolvía una y otra vez las piezas de nuestros puzles y nos hacía volver a empezar de nuevo pero cada vez con menos tiempo. Y ahora miro tu boca sin voz y pienso que quién me va a gritar para no decirme nada, para no hablarme de atascos en carreteras comarcales, para no hablarme de carnavales en Venecia y de cambios de temperatura en esta tierra en llamas.

Llenos de odio, como dos bebes que nacen y les duele el simple roce del aire. Nacemos con dolor, vivimos con dolor, morimos sin saber si fue dolor lo que sentimos. Quién me va a hacer llorar si no eres tú ya el espíritu maldito por el que cambie mis pestañas por limpiaparabrisas y mi forma de ver la vida por un saco de deseos que no se cumplieron. Y qué más da arrojarlo todo al infinito si ya no tengo nada. Qué más dará pensar en la posteridad si no tengo nada que dejarle al mundo, si no tengo palabras en mis cuerdas vocales, si lo que escribo no significa nada, si lo que siento nunca es de verdad.

Y escondido entre la arena por el día me quemo y por la noche me siento mejor, y es que dormido todo parece ir bien. Todo parece ir bien si tus soplidos de viento me dan en el rostro y me despejan de chubascos tormentosos y de dudas, de problemas sin solución y de hipotecas interminables. Y volvemos a correr entre cristales y agujas de tejer, de esas que tejen brazos, y volvemos a tropezar con el mismo amanecer que nos vio prometer que no cambiaríamos nunca. Y si prometer nunca fue nuestro fuerte siempre hubo otros castillos. Rodeados de espino amábamos la luz del sol y el tacto de la hierba, hoy la luz nos recuerda que perdimos la paciencia, y la hierba que nunca se nos dio bien decir la verdad.

Y en mitad de la guerra las minas anti persona callaban y tus cartas no decían una palabra de tu estado emocional, y mis respuestas tan secas como un trago largo de absenta, te describían perfectamente el odio que sentían por mí las trincheras. Y mira que en esos momentos sólo deseaba en atrincherarme en tu cuello y combatir mil enemigos por tus hombros. Ya ves siempre jugábamos a hacernos sufrir, a ver quién era más cobarde. Tan cobardes que leyéndonos la mente nadie se atrevía a decir que pensaba el otro.

Y sin excusas, tragando polvo y cicuta, nos recluíamos en un espacio tiempo de caricias y arañazos, de treguas y de batallas en las profundidades de nuestra epidermis. Y si perdías tú te quitabas la ropa y si perdía yo dormía en el sofá de agujetas y moratones en los ojos. Y ahora, echando la vista para atrás los ojos me dan vueltas, y no logro a entender en qué momento me equivoqué de dirección, en qué segundo me lance al vacío por el agujero sin fondo plagado de errores y de malos argumentos, plagado del continuo pensamiento de qué los gatos nos comprenden y sienten lástima por nosotros. Quién no va a sentir lástima por nosotros si el invierno nos abrazó y no nos soltó, si el insomnio me vistió con una camisa de fuerza que no flaquea.

Ya ves, la vida nunca es tranquila si juegas a las cartas apostándolo todo sin buenas manos, y mis manos sólo son dos y las dos te reclaman pero no cedes. Y pasan los años pero sigo pensando qué nunca fuimos ni muy sabios ni muy tontos, pero si muy ciegos, por eso no supimos ver la cantidad de meteoritos que caían si pronunciábamos en voz alta destino, tú y yo, y para siempre.

sábado, 24 de abril de 2010

Sé que lo sabes...

Desperté aquella mañana con ganas de comerte a dentelladas y beberme tu alma, sabiendo que saltaría por un precipicio y al llegar abajo no habría mar y me estrellaría contra el asfalto gris de la desilusión. Pero salté igualmente, porque el masoquismo siempre me había salido bien, y descubrí que tenía alas desgarradas para planear a dos centímetros del dolor. Y sobrevolé el desierto de la rabia y la impotencia y dejé atrás las ganas de matar, las de morir, las de olvidar; y dejé que el viento me lo arrancase todo a mordiscos, hasta que sólo quedaste tú, enganchado a los jirones de alas rotas que colgaban de mi espalda.

Y cogí una aguja oxidada y me tatué tus caricias, para no olvidarlas nunca; me lancé en una carrera suicida hacia el horizonte, queriendo alcanzar el sol e inmolarme en un corazón en llamas, para quemar las dudas y echar las cenizas de la indecisión al viento, y volar tras ellas y hostigarlas hasta que huyan más allá de Neverland, y atesorar la niñez eterna en una isla donde sólo estemos los dos juntos. Y me tiré de cabeza contra las raíces de ese árbol que conducía a un país maravilloso, a buscarte un sombrero para esa loca cabeza; y me dejé olvidado un tarro de miel en la ventana, y cuando acudieron las moscas dejé que se posasen en mi piel y ahogasen con su zumbido el temblor de mis manos; y dejé enganchada la pena al rímel seco y me tragué las lágrimas que nunca deberían haber salido.

Y si pensé un solo momento en descoserte de los bajos de mi abrigo, lo olvidé al arrullo de los mil abrazos que no te he dado y de las catorce vidas que nos quedan por vivir, de las canciones a medias y los poemas que no riman. Y me coloqué delante del tren de lo que debería ser, para ser arrollada por mil kilómetros hora de prejuicios absurdos, y salté a un lado en el último momento, dejándome el alma abandonada en las vías y desollándome las palmas de las manos en las piedras del camino de tanto tropezar por no saber mirar al suelo; por estar oteando constantemente el cielo, en busca de una sonrisa sincera entre tantas nubes. Porque vaya mierda de primavera que estamos teniendo.

Y cuando se me enronqueció la voz de gritarle a la vida y tenía llagas en las yemas de los dedos, y el tequila me sabía a agua fresca, y las dos de la mañana eran demasiado pronto para todo, y no me hacía falta fumar para asfaltarme los pulmones, cogí mi vieja guitarra y le arranqué los acordes de sangre y muerte que me hacían falta para cantar lo que un día escribimos; y esperé que me hicieses los coros, pero acabé cantando a capella después de estrellar el clavijero en la cara de la sorpresa. Y cuando las palabras se negaron a abandonar mi garganta, moví las manos como mariposas ciegas, pero ninguno de los dos conocía el lenguaje de los sordos y acabamos abrazados en una misma angustia, sin necesitar nada más que entendernos.

Esta noche, tiraré la pluma por la ventana y esconderé las alas; me sacaré los ojos y te los envolveré para regalo, que al fin y al cabo lo prometido es deuda; me beberé todos los jarrones del barrio y me fumaré los pensamientos, para flotar por encima de lo que quiero olvidar; daré un descanso a mi memoria, que se agota de atesorar momentos; me arrancaré la piel a tiras, para quitar de mi cuerpo el recuerdo de los besos no dados y el rastro de tus dedos; dormiré las quinientas horas que me has robado de tantas madrugadas; dejaré salir la tristeza enquistada, para que no se me pudra dentro y envenene mis sonrisas; colgaré un cartel en mi ventana para el sol, donde ponga “No molestar”; apuntaré todo lo que tenía que decirte y que se perdió en una respiración profunda, para quemar las palabras, ahora inútiles, y hablarte en una mirada incomprensible.

Y sabes que no lo haré, porque vivir de la contradicción es mi lema y el masoquismo siempre me ha ido bien. Porque somos tú y yo, y con nosotros las cosas no podían ser de otra manera.

jueves, 22 de abril de 2010

mensaje en una botella...

Tan sólo una nave, una nave hecha de los maderos de mis huesos, con las costillas entrelazadas para no dejar que se humedezca la pólvora crucificada a mis paredes pulmonares en cada calada. Con sólo una navaja calentada al Sol para marcarme el paso de los días hasta que no me quede piel.
Y mi garganta en la proa, para gritarle a las olas que no son más que chapoteos en mi pozo negro de chillidos azules y dudas grises y náuseas de plata. Y los brazos en alto para enredar al viento en los hilos de mis huellas dactilares y guardarlo tras la barra del bar de mis clavículas.

Y aquí no sirven branquias ni aliento ni ganas de respirar. Y mi alma está de brazos cruzados en el sobre mayor con las tibias arrancadas, degollando con ellas al bufón del Jolly Roger que ya solo hace llorar.
Y como velas mis párpados de cera consumida que no me dejan contemplar el silencio y la mecha apagada de mis pestañas enredadas en un amasijo de hierros y de lana y de fuegos artificiales congelados en cubitos de hielo en el mar de otra botella de ron.


Tan sólo una nave, sin ancla ni timón.Para no tener que elegir nada, ni mi destino ni el nombre de las cosas ni lo que quiero ni lo que odio; para no poder quedarme. Para que cada huracán me lleve al siguiente y después directo al fin del mundo al otro lado de ayer junto antes de mañana. Para atar anzuelos a las gaviotas y a las golondrinas y ver las bambalinas de cada atardecer y esconderme en el telón del horizonte entre el sol y la luna y taparme los oídos de los aplausos de las estrellas y helar un eclipse con un bostezo púrpura lengua y morado encía.

Y no me obligues a ver tus huellas de ternura escarificadas en la arena de la playa ni las agujas de budú de tus lágrimas desgarrando la tela de tus iris y que se clavan en mi dolor y me trastocan 180 grados de sonrisa.

Y no me obligues a dejarte en la orilla, que mis arritmias son adictas a la morfina de tus mejillas. Y no me obligues a llevarte conmigo, que en mi navío no hay espacio para sirenas buenas ni para sus voces ni sus cantos de cristal y arrecifes de coral, ni para su pelo de anémonas teñidas de rojo.

Que no mereces sólo un de todo de corazón ni un completamente, ni un en cuerpo y alma. Y no me obligues a pasarte por la quilla y a darte a los tiburones y a sus mil filas de marfil.

Que me arrojaré por la borda con mi caja de latidos en la mano derecha y mi formol de aliento entre pecho y espalda y ataré nuestras arterias coronarias con un nudo corredizo y las graparé con las neuronas que nos queden, para no pensar y que la memoria sea de pez y todo se olvide para siempre y siempre sea nuevo a cada Tic y que no prestemos atención a los Tacs.

Y que si me hundo en las profundidades abisales que no te arrastre con mi arpón de carcajadas, que te quedes con mis ojos si te sirven para volar más allá del cielo o para flotar en mi océano de dudas o para que te lleven a donde sea que les pidas o para que no pierdas la esperanza y quede algo que no sean tatuajes ni cicatrices para recordar el masoquismo de nuestra soledad.

miércoles, 21 de abril de 2010

...

Bébete mis ganas como yo consumí tus delirios. Disfraza tus mentiras de verdades.

Bésame. Llórame. Muérdeme el vacío.

Me perdí entre tus dudas como se pierde una cicatriz en la sala de urgencias de un hospital.

Te metí en la jaula de las esperanzas y los somníferos pero aquel gato rompió los espejos.

Tu recuerdo ha devorado el segundero de mi reloj de bolsillo. Deja al silencio gritar, que llevo días sin comerme tus caricias.

He bebido del océano para morirme de sed, para morirme contigo, para ser un sueño, la sonrisa de un pájaro extraviado.

He cosido a tus caderas las lineas de mis manos.

He dormido las noches que te restan.

Le he robado los miedos a tus pestañas.

Si entre tus rizos reinan las dudas, que se las lleve el viento.


No me sigas, estoy perdido.

martes, 20 de abril de 2010

Escribir como otro

Pero no como cualquier otro, sino como otro del taller. Se trata de imitar estilos, copiar temas, obsesiones, tono... lo que se nos ocurra.
Podemos consultar los escritos de los demás en el blog.
¿Difícil? pero ¿es que hay algo bello en la vida que no sea difícil?

domingo, 18 de abril de 2010

Sueño

En el momento en el que abrí mis ojos noté que algo había cambiado a mi alrededor. No encontré sobre mi cuerpo la manta que me cubría mientras dormía, ni la blanda almohada que soportaba mi cabeza. Es más, estaba tumbada sobre algo demasiado rígido para ser mi cama. Supuse que me había caido al suelo en la noche y no me había despertado, pero al intentar incorporarme, montones de piedras se clavaron en mis palmas.
Sorprendida, me miré las manos, pero en en vez de eso unas patas peludas ocupaban el lugar de mis brazos y garras donde debían estar mis uñas. Parpadeé un par de veces, y me quedé mirando mis extremidades por un tiempo indefinido, hasta que comprendí que era demasiado real para ser un simple sueño.
Asustada, intenté llamar a mis padre, mas el único sonido que salió de mi garganta fue un rugido que parecía 10 veces más atronador por el eco. Miré a todas partes y logré vislumbrar un punto de luz en la lejanía. Como pude, me levanté sobre 2 de mis nuevas patas, pero no conseguí mantenerme erguida y caminar al mismo tiempo, asi que me puse a 4 patas y salí corriendo hacia la luz.
A medida que iba avanzando, el foco de luz se volvía más grande, y podía distinguir con mayor claridad el exterior. Salí de lo que parecía ser una cueva y respiré hondo. Al parecer, me encontraba en un bosque, pero lo notaba distinto a cualquier otra vez que hubiese venido.
Los olores del bosque me llenaban ... Podía oler el rocío de la lluvia que habia caído hace poco, oir millones de sonidos que antes hubieran pasado inadvertidos que hubieran pasado desapercibidos antes ... Nuevas sensaciones me inundaban. Estaba embelesada con la belleza tan peculiar que me ofrecía el medio en el que me encontraba.
Sin previo aviso, mi cuerpo me pedía correr, atravesar todo el bosque con rapidez hasta quedarme sin aliento ... Y por primera vez en mucho tiempo, me sentí feliz. Me dirigí hacia ninguna parte, a toda la velocidad que me permitían mis nuevas patas.
Al cabo de un rato, llegué a la orilla de un pequeño río. Estaba sedienta, asi que me acerqué y comencé a beber con avidez. Para cuando terminé, el agua me devolvía el reflejo de una osezna, de pelaje espeso castaño oscuro y ojos negros como la noche. Mi nuevo yo. Me sentía cómoda con mi nueva apariencia. Podía hacer lo que quisiera, ser libre ... sin horarios ni órdenes ni responsabilidades ... Era pefecto.
Un ruido atrajo mi atención. A mi espalda algo se movía. Me giré, pero solo ví arbustos y más árboles. La alarma saltó en mi interior. Justo en el momento en el que creí que eran imaginaciones mías, una bala pasó rozando mi oreja. De los arbustos salieron un par de cazadores con una escopeta cada uno. Me dí la vuelta y huí. Pero antes siquiera de que atravesase el río, volvieron a disparar y me dieron en una de mis patas traseras. Aullé de dolor y tambaleándome, me derrumbé en el suelo. Para asegurarse de que no me volviera a incorporar y atacarlos, se acercaron a mí y me dispararon en mi pata delantera derecha. Aullé de nuevo, pero a ellos no parecía producirles lastima mis quejas, y me ataron las cuatro patas con una cuerda sin contemplaciones. Sentí una rabia desmesurada hacia ellos, e intenté morderles cuando uno de ellos me quiso poner un bozal. El cazador del bozal retrocedió, y le dijo algo a su compañero, pero descubrí que no conseguía entender lo que decían. Hablaban en un idioma desconocido para mí. Este hecho me desconcertó. ¿Podría estar perdiendo mi parte humana despues de todo? ¿Significaría que ya no volvería a ver a mis amigos, mi familia y me quedaría en ese cuerpo para siempre? Todas esas preguntas sin respuesta me volvían loca, aunque lo primero que era recomendable hacer era salir de allí, ya que los cazadores no parecía que fuesen a ser compasivos y dejarme en libertad así como así.
El cazador del bozal se había dado la vuelta y hablaba con su compañero, mientras que sus dos escopetas descansaban apoyadas en un roble. Bajé mi cabeza y empecé a mordisquear las cuerdas que me ataban. Por suerte, los cazadores estaban demasiado seguros de que no me soltaría, ya que me dió tiempo para romper las cuerdas sin que ellos se dieran cuenta. Al soltarme, me levanté y les ataqué con mis garras antes de que pudieran coger sus escopetas de nuevo. Uno cayó al suelo bañado en sangre, y al otro le dejé demasiado malherido para caminar.
Tras eso, volví a huir. Atravesé el río y fuí todo lo rápido que me permitían mis patas heridas. Pero otro tiro me alcanzó, esta vez en la espalda. Caí estrepitosamente al suelo. Mi sangre comenzó a hacer un charco más grande a cada segundo que pasaba a mi alrededor. Cansada de correr, de luchar y de escapar, cerré los ojos.
Esa vez no los volví a abrir.

sábado, 17 de abril de 2010

Loneliness

Dejé que la soledad me acogiera en su seno, en su más profundo sentido, me sentía debajo de 11km de agua, sumergido tanto que ni las peores pesadillas podrían llegar a ese nivel, solo, completamente solo, abandonado hasta por el mismísimo creador. Nada llega tan abajo, creo que es por eso que tanto disfruto de esta sensación, es el punto más alto del abandono, casi hay que ser un maestro en el arte del desamparo para saber convocar esta sensación, quizá porque todo aquel que la soporta sin conocer lo que se va a encontrar se vería aplastado por las circunstancias hasta el punto de no saber volver a la realidad y quedar en un estado de catatonia propio de un vegetal, del que no se puede regresar.
Sobrecogido por esta sensación decidí ir más allá, ¿se podría conseguir algo que inflija una presión mayor que la más profunda de las simas marítimas? ¿Podría ser que alguien, más capaz, pudiera conseguir la sensación de tener sobre ti, ya no toneladas de agua sino de sentirse en el núcleo de la Tierra? La verdad espero que si, porque una vez te acostumbras a la sensación de todo el peso de la soledad sobre ti ya no parece una carga tan grande, parece lo normal, de hecho, probablemente por eso llegue a ser tan fascinante, por eso es por lo que quieres más y más carga, podrías llegar a soportar el equivalente a tu peso en Jupiter, donde la fuerza gravitacional es 2,3 veces mayor, lo que equivale a que un cuerpo como el mío valga aproximadamente 6 millones de veces más que en la Tierra. Quizá sea posible, pero... ¿alguien querría llevar encima semejante carga por gusto? Y en caso afirmativo...¿alguien lo habrá conseguido?
Claro que bombardearse con semejante clase de preguntas es totalmente una pérdida de tiempo, un cuerpo con el mío no puede soportar semejante presión y, por mucho que me gustara, mi mente no es capaz de soportar la tensión que supondría encontrarse en un planeta como Jupiter completamente solo. Probablemente esa sensación sea totalmente indescriptible, ni el más hábil de los escritores podría ni siquiera llegar a entender como es sentirse así. De hecho, lo más seguro es que por eso mismo me encantaría, aunque fuera durante apenas un segundo, saber lo que sería, aunque solo fuera para contárselo a los millones de personas que también se preguntan esto, los que como yo disfrutan de la soledad hasta llegar a ser dependientes de ella, necesitándola igual que un heroinómano necesita la heroína o un adicto al cristal necesita su dosis horaria para poder tirar para adelante. Tal vez esté siendo completamente egoísta y en realidad quiera sentirlo no para hacer saber al resto lo que es, sino para poder jactarme de ello, para poder afirmar que he sido el único que ha soportado 6 millones de veces su peso en soledad, para poder así no necesitarla nunca más, o quizá necesitar que la próxima fuerza que me aplaste sea la última, la más poderosa, la única capaz de hacer desaparecer galaxias completas en cuestión de segundos, fuerzas que los dioses no son capaces ni de controlar, algo que ni ellos pudieron llegar a concebir, algo que existe por si solo, porque se siente libre de campar a sus anchas por el vasto universo, algo que es indescriptible, que no tiene forma, que no es ni cálido ni frío, es mayor que el mismísimo Destino, el mayor de los eternos, creados con el inicio del universo y que estarán ahí cuando todo haya acabado, mayor por supuesto que la Muerte y que el Sueño e infinitamente superior a sus pequeños hermanos, Deseo, Desesperación, Delirio y Destrucción. Una fuerza inconcebible para nosotros que el solo planteamiento de la eternidad nos es impensable. Nosotros que no servimos ni para entretener a dioses que están muy por debajo de los recién nombrados, que ni una idea de la nada nos parece factible, a nosotros, que carga nos podrían otorgar, hablo de la soledad más absoluta, esa que ningún tipo de ser podría soportar, ella, La Soledad, ella sería la causante de la más terrible de las muertes, el olvido completo, de ella esperaría la más deseada y meditada de las muertes. Me sentiría realmente honrado de que me escogiera a mí un simple capricho del destino, más insignificante que un grano de arena para el curso de las cosas, sería el ser más feliz del mundo en el momento en que la soledad me arrollara con toda su potencia y me dejara desecho y esparcido por todo el universo.

jueves, 15 de abril de 2010

el mal sueño del espejo


Qué pesadilla más espantosa había tenido. Mullí bien mi almohada. Mira que hay pesadillas tontas, pero tan estúpidas….Anda que soñar que me había convertido en un……………………………………

A la mañana siguiente desperté con un extraño vaivén.

-¿Qué narices pasa?- Me preguntaba una y otra vez, pero no alcanzaba a situarme. Me sentía como cuando tienes fiebre y te das cuenta de que no te duele una cosa sino que te duele todo el cuerpo.

Estiré mis brazos entumecidos, espera ¿y mis brazos? Intenté desviar pensamientos como: -¡Madre mía que me abre tomado! ...Porque no había tomado nada.

El vaivén paró y cuando abrí los ojos completamente solo veía un pasillo, un laaaargo pasillo. Miré hacia abajo ¿Pero que demonios?

¡No tengo cuerpo! Esto son alucinaciones! ¡No puedo moverme!
-En vez de ponerme histérica, me mosqueé bastante. Unos hombres, los que me habían dejado allí se quedaron mirándome.

-Bill, esto ya está, ale, ale, vámonos-dijo el hombre.

-¡Señor, señor! –grité pero…no me oía, ni yo tampoco, solo escuchaba mis palabras en mi mente.

Un niño pequeñito corría veloz por el pasillo. Se percató de que estaba allí y se acercó.

-¡Niño! Niño ¿Puedes llamar a alguien? ¡Creo que estoy enferma!- Pero nada, no parecía que me escuchase. Se situó enfrente mía y… pero será ¡cochino!
Comenzó a hacerme muecas, me sacó la lengua, me brindó el honor de conocer su cavidad bucal y después de hurgarse la nariz, sonriéndome, se fue dando saltitos.

Una señora, muy bien vestida vino hacia mí directamente.

-¡Oiga! Disculpe. Esta tambien está también sorda-pensaba yo.
Me miró fijamente, mientras ella se retocaba su peinado, yo contaba sus pecas y arrugas. ¿Qué queréis que haga? ¡Ya llevo mucho tiempo aquí!

La señora no tardó en irse. Yo estaba ya muy enfadada, ¿Qué era esto? ¿Una cámara oculta? ¿Día de los inocentes? ¿Me estaban haciendo el vacío aquellos desconocidos?

Otra mujer acudió a mí. Esta, parece maja, al menos es más mona que la señorona tonta.

-Dime espejito ¿Quién es la más guapa de todo el reino?

- (O.O) ¿Espejito?!¿Cómo espejito? ! Pero ¿qué dices? No puede ser….¡No puede ser!....¡No! no puedo ser un espejo!

La mujer se quedó expectante y volvió a hablar.
-Venga, dímelo.

-Eh esto…siii claro….Eres la más guapa del reiiino-Le contesté dándole la razón como a los locos.

En ese instante el mismo vaivén me volvió a sacudir. Abrí los ojos como platos.

-Vamos mujer que vas a llegar tarde….que mala cara tienes –Me dijo mi madre-
-¿Queee?- alcancé a decir yo.
-Mírate en el espejo, ya verás. Contestó ella sin darle tampoco mucha importancia.

¡Ni de broma, mamá! ¡Paso!

martes, 13 de abril de 2010

Verde Fluorescente

Un segundo. Muerte, vida, caos, orden, millones de estímulos eléctricos al mismo tiempo. Miles de toneladas de hierro fundiéndose, cientos de miles de gotas de agua cayendo a la vez. Millones de personas diciendo la misma palabra. Millones de personas respirando. Y entre tanta simultanead mis pulmones se oxidan y se convierten en carbón por todo el humo que millones y millones de tubos de escape expulsan hasta quedar exhaustos. Mi piel se deshace cuando sin querer me veo sumergido en sus lágrimas. Y mi corazón rechaza las transfusiones de sangre de las nubes, que cansadas de ver a vista de pájaro se olvidan de dar sombra. Y yo pensando que entre todas esas fuentes de los deseos donde me dejé mis ahorros entre sus aguas, naufraga alguien menos afortunado que yo. Alguien que no vio tu sonrisa colarse entre mis párrafos y desbaratar salas de estar. Alguien que no vio que si hacía sol era para que tú sombra mirara directamente al cielo. Alguien que no supo comprender que era tu voz la que me hacía coger un bolígrafo y desangrarme lentamente.

Cojo un bolígrafo y desparramo las letras por folios, por mi habitación. Letras que toman formas distintas y algunas huyen, otras gritan, otras ríen, otras lloran. Letras que se unen y me destrozan, letras que me hacen sangrar por dentro, respirar humo, beber azufre. Letras que se unen y me miran a los ojos y yo no aguanto su mirada. Como el Doctor Frankenstein creando a un monstruo, como un niño pequeño histérico por haber roto un jarrón, como los instantes previos a lanzar la bomba atómica. Cojo un bolígrafo y comienza la tormenta, un nuevo huracán que asola mi mesa, mil ideas irrealizables, algún que otro sueño, algún que otro espejismo que prometía algo sin largo, ni ancho, ni alto. Algún que otro montón de lágrimas con forma de palabras de cristal y pétalos negros. Cojo un bolígrafo y al otro lado de mi hombro un angelito me pide que deje de pensar, que luego los hilos de mi pensamiento siempre se acaban enredando con tu pelo, me pide que pare de moverme, que luego siempre tropiezo con tus zapatos de tacón. Y en el otro hombro, un diablito sin ganas de jugar ni de sentir, me dice que dé de comer al gato y me deje de tonterías, que limpie los platos y friegue mis continuas dudas, que barra la cantidad de pelusas y colillas que hay en mis pulmones, que me tatúe el cuerpo entero espirales y sueños, paisajes y dolor.

Me tatúo en un costado la palabra soledad, seguida del dibujo de un paraguas. Que en estos días lluviosos y traviesos mojarse implica morir de sobredosis. Y luego, me miro al espejo con los parpados pegados con celo para no ver ese amasijo de metal oxidado y disconforme, inútil y dolorosamente apagado. Y apago la luz para no quedarme a oscuras con tus manías, y quemo mis ventanas para que sea más peligrosa la huida. Agazapado entre el bien y el mal no distingo ni siquiera lo más nítido. Y el sonido de los aplausos me hace daño en los oídos, y los ríos de tristeza que están plagados de ranas me dañan en las retinas, de nuevo. Como siempre, trazando planes para conquistar tus costillas y tus manos. Como siempre, perdido entre la selva de tus sabanas, entre los leones de tu cómoda, entre las ochocientas columnas jónicas colocadas al azar que me impiden el paso a tu garganta. Y vuelvo a temblar, como tiemblan las ganas de morir cuando baila con la última gota de vida, cuando te observo y tú me observas, y entonces, empiezan los tiroteos en mi mente, y los fuegos artificiales en el centro de la Tierra. Y pienso, en la escarcha que me cubre desde las corneas hasta donde alcanza la vista cuando me abandonas sin decirme que me odias, sin invitarme a soñar pero aún así soñando contigo. Y gritando al mundo que hoy he decidido ser distinto, el mundo me contesta que tú estás cansada de esa maldita señal de stop que sonríe y mira furiosa enseñando los dientes. Me dice que no paras de girar en esta borrachera de luces y defectos, de tumores cerebrales y ansías de poder, de palabras mal dichas y de balas gastadas sin querer apuntar bien.

No paras de girar y de gritar verde fluorescente. No dejas en paz a las preguntas que no tienen respuesta, no dejas de tirar poemas a otra parte. A otra parte donde se amontona la chatarra y los objetos perdidos, trozos de corazones y mis ganas de morir entre tus brazos. No paras quieta en esta cuerda floja que no resiste las inclemencias del tiempo. No deseas más que desear en paz. No muerdes más que el polvo, más que el vapor del agua y las cenizas que desprenden las pestañas de los ojos. Te bañas en la saliva que escupe la tristeza, y se sumerge en ese líquido inflamable y vírico que no se sabe si es peor que se expanda o se condense. Te miras en las legañas de las letras chinas y solo ves una mansión abandonada donde las paredes se resquebrajan, donde los muros de carga no aguantan más penas, donde el mobiliario no resiste más espesas telas de araña que no hacen más que crear desperfectos y contusiones, rabietas y ataques por sorpresa. Y yo, me confundo entre tanto mueble de cartón, me confundo con esta brújula que sólo quiere señalar al norte, me confundo con este gato negro que va rompiendo espejos y lanzando besos, me confundo con estos nervios a flor de piel que me mantienen pegado al techo. Y mirando mi reflejo en el agua mientras la ciudad arde y se derrite surge el pensamiento de que me da igual de donde hayas brotado, que me da igual de donde hayas aprendido a confeccionar mascaras, que sólo importa un segundo contigo. Y luego el siguiente.

Complejo de Samsa


Se trata de escribir un texto corto en el que describamos qué haríamos si un día, al despertar, nos viéramos convertidos en otro ser.

domingo, 11 de abril de 2010

GULA

Me como la cabeza, una y otra vez, con ansia y sin modales. Pido repetir, quiero reventar, quiero mancharme la camisa de vida. Quiero mellar el tenedor y el cuchillo, acabar con mi cerebro poco a poco saboreando cada cucharada de información.
Cada amargo recuerdo en un vaso que me corte los labios con su borde afilado con limón y sal.
Y que me duela la sangre y me sacie el dolor y me estallen las sienes y la nuca de rebañar los bordes.
Y de postre mojar trozos desgarrados de lengua en las cuencas de mis ojos hasta que todas las dulces miradas guardadas en mis retinas me maten de hiperglucemia y me quede ciego para siempre porque no haya nada que ver.

Me como la Luna, día a día, lentamente. Y la veo agonizando y pidiendo piedad con su luz durante toda la noche hasta que la guardo en mi caja de cielo por la mañana y echo mi candado de Sol y la muevo para ver a que suena.

Me como la Luna, día a día, fase a fase hasta que es Luna nueva y me voy a dormir con sobredosis de cielo vacío y tengo pesadillas de cielo con estrellas siendo fugaces. Y me despierto y salgo a la superfície de mi mar de almohada sin peces pero con sudor y lágrimas. Y me hago el muerto a la deriva y las arcadas me ahorcan en plaza pública y el baño del horizonte no para de correr cuando nado mar a dentro y decido vomitar en cualquier esfera celeste o verde o negra o morada. Y todo se llena de vía láctea en un segundo y las paredes se ensucian de pena y la fregona ha decidido hacerse escoba de bruja y se ha marchado a la cola del paro, pues ya no queda magia. Y la garganta me sabe a estómago y a PH 1,5 y el estómago me sabe a mierda y hace mucho frío. Y decido subir los grados y vacío las botellas y se llena la bañera de vodzka y hago burbujas en el fondo a ver si el alma escuece de una vez y me siento vivo y ardo y cicatriza el orgullo que hay desparramado entre las cuchillas de afeitar.

Dejo mi piel secándose en la azotea a la luz de los aviones. Desabrocho los botones de mi esternón y abro una a una mis costillas y pongo los pulmones en la ventana a ver si toman aire de una vez. Los planto en una maceta de colores y germinan con la lluvia y llenan mi fachada de verde y de suspiros en primavera y de cortes de respiración en verano y de caladas en otoño y de tos en invierno.
Y guardo mi hígado en la botella de absenta para que me la vuelva a llenar de alucinaciones.

Y ahora estoy desnudo sin piel ni huesos, que me hice una escalera con los que me quedaban para sentarme en el tejado de las nubes y después los tiré para hacer llover algo de frío.

Estoy desnudo, sentado en el tejado sin piel ni huesos ni respiración ni hígado. Y no me queda estómago ni pizca de cerebro, ni recuerdos ni pensamientos ni miradas ni nevera que vaciar.

Sólo me queda un corazón, un corazón lleno de latidos de granos de arena que me quitan Tic-Tacs de vida a cada instante. Un corazón lleno de dudas y del resto de las penas que no eché con la raba y del amor que no di o no pude dar o del que me dieron y guardé en el trastero del ventrículo izquierdo. Un corazón lleno de espalda y de labios y de deseos de pestañas negras y de pelo revuelto por el viento, por dedos y por risas.

Sólo me queda corazón y mucha hambre y mi cubertería de palabras de plata para devorarlo hasta que sólo quede nada y pueda volver a soñar con un nuevo folio que comerse con los ojos.

martes, 6 de abril de 2010

Varias consignas

Este miércoles vamos a escribir un relato sobre el tema que queramos, pero es casi lo único que podremos escoger. Porque –aquí vienen las consignas- nuestro escrito tiene que:

  • Tener un final feliz
  • Estar escrito en primera persona
  • Localizado en la actualidad
  • En una fábrica de las afueras de Madrid
  • Incluir una parte de diálogo.

Eso es todo. A por ello.

lunes, 5 de abril de 2010

Morir en un mar de dudas

Texto de Dani G. sobre "La naturaleza en sentido metafórico"

Atravieso el espejo sin percepción alguna de la realidad, no sé dónde estoy, no sé dónde iré, solo soy impulsado por lo que nunca seré. La oscuridad cubre mi honrada pupila llenando mi mente de horribles mentiras. ¡Oh eterna oscuridad maldita! Sí, tú, la que cubres el efímero día, la que nunca termina donde reside tu poder seductor que nubla mi vista. Tú, la que hundes la esperanza humana, la que vuelve débil mi mirada. Quizá soy demasiado débil para afrontar la realidad, quizá debo huir de este mundo imaginario, pero entonces la oscuridad vencería y ya solo quedaría la nada. Por ello debo avanzar, recordar la valentía de los autores, acogiendo sus ojos de cristal y vislumbrar por ellos la verdad. Debo buscar mi evasión ahora que puedo soñarlo, un conejo, un reloj mágico, pues soy yo quien dirige este mundo chiflado. Entonces se alza el castillo blanco, el que suspira entre la nieve, sin darse cuenta de lo que siente, una dama blanca, como quieras llamarla, yo solo busco un sombrero que me indique la mañana helada como una alicia en el país de las maravillas que casi muere ahogada por sus propias lágrimas. Pero yo no quiero llorar, solo lamento no haber luchado antes, no haberme enfrentado a lo inquietante, haber reaccionado sin sombrero, aunque ahora tampoco lo tengo.
La fiesta del Té aparece en el aire, de absoluto imprevisto, sin preceder una sola lágrima volátil. Desafío la gravedad y escalo el cielo eterno en busca de mi sombrero. Sin embargo la historia se repite de nuevo en una cinta infinita. Solo la liebre me espera en la cita y no parece dispuesta a sugerir que viva, solo me mira, rogando que me rinda. Ya no lo resisto, pego un grito y todo muere en la nada del olvido.
La fiesta ha finalizado y con ella el sombrero se ha resignado, se ha hartado de ayudarme aunque nunca lo he sentido realmente. Siempre he sentido que debía encontrarle y siempre ha estado ahí, solo observando mis fracasos y fracasando en mis ilusiones. ¡Dónde estás entonces, maldito sombreo inútil! No me ayudas, solo me reprochas mis errores. Entonces no eres lo verdadero, solo eres un sueño como el resto de este mundo maravilloso. Debo dejar de buscar sombreros salvadores, debo decidir por mí la solución del país de las maravillas. Sé que sería más fácil salir, cruzar de nuevo el espejo mágico. De la nada empiezan a brotar lágrimas, pero no vienen de mis pupilas, sino de los ojos de cristal que acogí en mi vida. el espacio llano se inunda de lágrimas y cubre mi esperanza. Así fue cómo morí en un mar de lágrimas.

O...

Otro día con sol, con luna y con estrellas que brillan y parpadean sin enterarse de lo que ocurre alrededor, como si no supieran que por mucho que iluminen el universo va a seguir oscuro, tan oscuro que ni los búhos ven. Otro día plagado de gritos y plantas marchitas, de pánico y fobia a los espacios pequeños. Otro día que me intento esconder en tu buhardilla. En esa buhardilla donde el odio se mezcla con miel, donde la muerte se olvida de dormir y la vida se autolesiona mientras sonríe embobada, donde el dolor se confunde con signos de exclamación y tu saliva con tequila. Una buhardilla no apta para todas las edades, de esas que si entras sin querer a lo mejor te pierdes y no sales, como un laberinto en continuo cambio, sin pistas ni suerte. En esa buhardilla donde sé que estás pero no te veo, tan cerca pero irremediablemente lejos, como todo lo que está pero no está, como todo lo que creemos tener. Una ilusión, una confusión a largo plazo, otra de esas esquirlas metálicas que no duelen cuando cortan la piel pero que poco a poco se abren paso entre músculos, tendones y huesos. Sé que estás ahí, en alguna parte, entre todos esos abrigos de piel llenos de polvo, entre esa colección de fotografías en blanco y negro y medio quemadas de hace cincuenta años, entre esos colores tan apagados que ya no se encienden ni conectándolos a la corriente eléctrica, tan muertos de hambre que se comieron sus propios dientes.

Otro día con nubes, con soplidos de viento que se cuelan por las grietas de mi piel, otro día como el de ayer pero con un poquito menos de interés por saber el desenlace. Otro día, de esos en los que la suerte ya está echada y coger el coche no es un buen consejo. Otro momento de cólera y ceniza, otro momento en el que es mejor no estar despierto pero si listo para correr. Y entre calles y llaves que no abren, todo sigue siendo tan mortal como siempre, tan rápido y tan lento, tan extraño y complejo que es hasta fácil de entender. Todo sigue siendo tan mortal y tú con ganas de matar. Como matas con tu sonrisa si se entrecruza con una buena canción en el que los solos de bajo y guitarra son la energía que desprendes y la batería el ruido que haces al caminar. Ya ves, a falta de ritmo me refugio en tu saxofón plagado de salas de estar donde no para nadie quieto, plagado de lágrimas y calamares gigantes y risueños, plagado de columpios y parques llenos de sauces llorones. Ya ves, yo con mis pulmones bajo tierra y tú con tus pestañas camufladas en los rincones oscuros de los bares. Yo con mis ganas de causar incendios forestales y tu cansada de toda esa agua que cala tus zapatos rojos.

Otro día entre la espada y la pared sin saber muy bien que elegir. Otro día entre el suspense y el terror, y el continuo pensamiento de que cada vez que te veo sabes más de mí que yo. Con el continuo pensamiento de no saber qué hacer pudiendo hacer lo que quiera. Mala fortuna en esa moneda de dos caras. Tan mala fortuna que siempre apuesto a que sale cruz. Y ya ves, por lo menos si todo sale mal sigue habiendo sitio en tu buhardilla, donde se alojan los cuervos y las medusas, las letras vocales y alguna que otra consonante. Ya ves, repitiendo siempre el mismo error de dejarme caer en esos brazos que queman al contacto con la piel, en esos ojos que congelan, en esa estela de veneno que cubre tus sabanas, en esa estampida de abejas reina que no termina de acabar. Otra vez en tu buhardilla, como el ángel caído que no sale de la iglesia, como el gato callejero con frío en busca de hogar y comida, como todas esas decisiones que aplazamos aplicándole a lo que sea un aplastante y demoledor beneficio de la duda. Otra vez en tu buhardilla pero con ganas de salir corriendo, otra vez en tu buhardilla con las manos atadas y con la mente perdida entre los muebles viejos, entre los espejos rodeados de bombillas, entre todos esos botes de cristal que guardan corazones de necios sumergidos en formol, barajas de cartas marcadas, sueños y promesas escritas en papel, tu alma encerrada en una caja fuerte a prueba de trucos y palabras.

Otro día, otro día más.