viernes, 30 de diciembre de 2011

El borde.

                                   

Hace una hora:
Existe ese lugar, al borde de ningún lugar, desde donde puedes ver toda tu vida, incluso aunque no sepas a dónde estás mirando. Dicen que puedes verle la cara. Que puedes imaginarte el vacío, y cómo es caer al mar.
A qué sabe la espuma de las olas…
Antes de chocar contra las rocas.
O que incluso puedes salvarte. A veces no se trata de un borde hacia la nada, sino simplemente a todas partes. Los pies quieren saltar, mientras los brazos se amarran al aire.

                                                        Y quedas suspendido,
                                                   entre la nada y el todo infinito.
Hace un día:
-Ahora vas a decirme que me quieres.
-Voy a decirte que te quiero.
-Pero ha empezado a llover.
-En las películas, a esto lo llaman el momento perfecto.
-Es la vida real.
-Los sueños no te tocan, ni te besan, ni te quieren. Creo que prefiero esto ¿no crees?
-No lo entiendes. No es posible. Ya no. Mira la tierra, se abre entre nosotros, como uno de esos abismos inexorables. Ahora ya no puedes quererme.
-Pero…
-No, ¡ahora ya no! No ahora que tengo rumbo, no ahora que trazo planes sobre los mapas y líneas sobre los sueños. No ahora que el mundo se hace real mientras tú… tú…. Desapareces.
-¿Desaparezco?
-Sí, ¿no lo ves? La lluvia ya esta desdibujando tus bordes…

Hace un mes:
-¿Por qué la dijiste que no?
-¿Qué otra cosa iba a decirle? ¿Qué antes no la quería y ahora así? ¿Ahora que me muero y la vida es tan corta? ¿Qué quiero que nos atemos para luego dejarla cayendo sola? No, no sería justo. No lo sería.
-Pero ella te quiere.
-Pero no me tiene, así no tendrá que dejarme ir.
-No le haces un favor a nadie. Tienes que vivir.
-Pero no puedo.
-Te falta tiempo, sólo eso. No desperdicies el que tienes. Vivir tiene todas esas partes llenas de sufrimiento precisamente para que los besos sepan mejor bajo la lluvia.
-No puedo hacerle eso.
-Vas a irte. ¿Crees que ella estará bien? No, no lo estará cuando te hayas ido. Al menos regálale algo que te pertenezca.
-¿Y qué puedo darle?
- A ti mismo.

Hace un día y un minuto:
-Te dejé hacer planes. Te dejé dejar de quererme. Te de dejé marchar porque no sabía que te estaba perdiendo. No sabía… muchas cosas.
-¿Y las sabes ahora? ¿Ahora que tengo una vida? ¿Ahora que no te miro, ni te escucho, ni te busco? Ahora que camino hacia delante, en vez de ser aquella pobre estúpida, ¿ahora? ¿Ahora me quieres?
-¿Por qué te enfadas?
-Porque tu reloj es una mierda, una basura. Está estropeado sin remedio. No sabes, no… sabes llegar a tiempo.
-¿Por qué lloras?
-No estoy llorando. Estúpido, engreído, egoísta. ¡No te me acerques! Márchate, ¿no vas a marcharte de todas formas? ¿No vas a dejarme aquí tirada, imaginando viajes a dónde no podremos ir? ¿No vas a irte al único lugar al que no puede acompañarte?
-¿Quién te lo ha dicho?
-¿Quién crees? ¿Por qué ahora? ¿Por qué yo? Por qué…
-Tú lo dijiste, estas cosas no se deciden. Sólo se precipitan como las gotas cayendo de una nube, no pueden volver a atrás.
-Aunque sean unas estúpidas.
-Aunque lo sean.
-Tengo una vida, y vas a quitármela.
-Pero voy a darte algo a cambio: la mía. ¿No me digas que no es un buen trato?
-No la quiero.
-Es lo único que tengo. Vamos, no llores más.
-Haré… haré lo que quiera…
-¿Ves? Te dije que iba a llover.
-No te acerques Alex, te lo advierto por última vez. Corre, lárgate, vete. Encuentra otra a la que regalarle tu vida. O quédate y lucha.
-Es demasiado tarde para todo eso, el corazón ya está arruinado y la lucha, bueno, hay cosas contra las que no se puede luchar. La mejor victoria es vivir lo que queda, aunque no se gane la batalla.
-No… no puedes irte. Era yo quien iba a irme. Era yo quien iba a vivir. Y tú también ibas a hacerlo. En otro lugar, en otro cuento, otra historia. Y seríamos felices, los dos. En dos páginas diferentes.
-Pero acabaría siendo la misma historia. La tuya. A la mía se le caen las tapas y se le humedecen las esquinas. Te regalo mis párrafos y mis letras. Tus lágrimas ya son de lluvia y tus excusas un prólogo. Este es el nudo, hace tiempo que dejamos el primer capítulo.
-Pero odio los finales.
-Entonces no habrá ninguno, hasta que tú se lo escribas.
-Alex, no…
-Esta es la segunda parte, cuando te beso.
-No…
-Cuando te beso.
-Cuando me… besas.
              
Hace un segundo:
Dicen que los besos borran la memoria mientras duran y se dibujan sobre ella inquebrantablemente cuando los labios se separan. Dicen que la muerte es el final de todos los cuentos, pero los cuentos sólo existen porque se hacen voz, y mientras alguien encuentre el tiempo para lanzarlos desde su boca hasta tus oídos, los protagonistas siempre siguen vivos. La vida es un bucle de muchas vueltas, donde los susurros nacen y regresan. Brillan y mueren, aunque la huella de su luz permanezca en el cielo, como las estrellas, que navegan como cruceros durante las noches más oscuras. Los cuerpos son eléctricos y voraces, son amantes y locos. Ninfómanos del verso y del teatro del alma. Son bailarines y compositores. Se entregan al vuelo y al abismo. Saben probar el tacto y sentir los sabores. Los cuerpos saben amar y saben vivir, incluso cuando aprenden, incluso cuando ponen nombre a todo aquello que su instinto ya había descubierto. Cuando los cuerpos se entrelazan, desaparece el viento, y nace la luz.

Y quedan suspendidos,
                                          entre la nada y el todo infinito.

1 comentario:

María Iholanda Rondón dijo...

me han gustado tu blog y la historia, hay algo que todos tenemos en común con esta pareja que expresa su realidad en dialogos que saltan en el tiempo...
Si te gusta la fantasía aqui te dejo algo para compartir
http://mariaiholandarondon.blogspot.com