lunes, 4 de junio de 2012

PREMIOS DEL CONCURSO "EL HILO AZUL" (1)

CUENTOS
PRIMER PREMIO
La humanidad de una copa que estalla
Laura Martín Calero

Me habla de humanidad. No comprendo la mitad de lo que dice. Me hipnotiza. Sus ojos de plata, viejos y penetrantes me observan, atravesando mi piel. Su voz suena grave y seca, como el chasquido de una nuez al abrirse. La luz de la hoguera ilumina su figura menuda y fina, sentada en la silla de madera que parece aún viva.
Yo, sentada al otro lado de la mesa, no puedo hacer más que embelesarme con él.
-Un hombre tiene todo el poder del mundo. Su voluntad hace que cualquier cosa sea posible.- Su voz baila con las llamas un dulce vals-. Lo único que hace es crear el mar.
El fuego crepita con suavidad. El viejo calla. En mitad de la noche un lobo solitario aúlla, anhelando la luna.
-¿Para qué? -consigo decir en apenas un susurro.
Se inclina hacia delante apoyando los codos en la mesa. Su mirada escruta mi alma desnuda a merced de sus palabras.
-Para sentirse más humano.
Remueve algo en mi interior. Intento pensar, pero me es imposible. Sus ojos de luz de luna parecen conocer todas las respuestas. No puedo concentrarme. Voy a preguntar por qué, cuando él se levanta, haciéndome callar. A pesar de la fragilidad aparente de su cuerpo, resulta imponente. Se acerca a la hoguera y toma de la repisa una botella. Vierte en una copa el vino tinto, haciendo tintinear el cristal.
Se queda mirando las llamas con la copa en la mano huesuda. El fuego parece susurrar en un lenguaje que sólo él comprende.
Observo su figura. Parece cobrar vitalidad segundo tras segundo. No sabría decir cómo ni por qué, sólo parece que la vida y la muerte se han puesto de acuerdo para regalarle tiempo.
Entonces se gira hacia mí de nuevo. Se lleva la copa a los labios sin dejar de mirarme. El vino se desliza por su garganta. Permanece un momento con el vino en alto, y, repentinamente, como si la copa se hubiera aburrido de sus dedos trémulos, se desliza con suavidad hacia el vacío, y cae lentamente. En un instante, hace contacto con el suelo y estalla en miles de cristales. Las gotas son apuñaladas por la luz del fuego, y danzan rubíes hasta caer al suelo, livianas. Parece una pequeña supernova, un gajo de naranja eclosionando en una explosión de acidez. Y repentinamente, sólo quedan cristales rotos y vino derramado.
Parpadeando, alzo la mirada. El anciano me mira con una leve sonrisa en los labios. Entonces creo comprender. Él es un dios escondido en el cuerpo de un viejo. Por una vez, no me ha hecho falta preguntar.


SEGUNDO PREMIO
El caso Gibbeon
Carlota Memba 

15/03/09    16:05

Día 31, se cumple un mes desde el asesinato de Ben y Linda Gibbeon.  El sospechoso principal sigue siendo James Gibbeon que  sigue sin declarar ninguna confesión.

Entrevista diaria con la psicóloga:
-He vuelto a tener el mismo sueño otra vez.
Estoy solo, en una calle desierta sumida en una oscuridad profunda,  un sitio algo espeluznante, pero yo no siento miedo, se perfectamente a dónde dirigirme. Ando por esa calle de penumbra interminable hasta que de repente me paro delante de la ventana de una casa. Un señor mayor de unos 70 años aparece por detrás, empieza a decir unas cosas sin sentido de las cuales solo entiendo una palabra: fin. El señor mayor desaparece de repente. Vuelvo a estar sola. Sin previo aviso se abre la ventana de aquella casa. SE escucha una voz que indirectamente me insta a entrar. Entro y me encuentro en un salón. Subo las escalera que hay en frente mío, como decía antes, se perfectamente a donde tengo que ir, en el piso de arriba hay dos habitaciones y un baño. Entro en una de las habitaciones, una de un niño pequeño, de unos 9 años de edad. Me acerco a la cómoda que está pegada a la pared y abro uno de los cajones, en él hay una caja, es para mí, en el momento en el que voy a abrir la caja, me despierto.
-La caja, esa caja, me tiene obsesionado, cada vez que estoy a punto de descubrir lo que hay en ella, desaparece, no logro  averiguar lo que hay dentro.
-¿Está usted seguro de que la caja es para usted?, a lo mejor no puede averiguar lo que contiene debido a que no es usted quien tiene que abrirla.
-¡Sí!  ¡Soy yo! Es para mí, seguro, por fuera solo parece un estúpido sueño, pero en él, todo tiene mucho sentido.
-¿no cree que esto tiene algo que ver con el reciente fallecimiento de su esposa?
-¡NO! ¡Ella no sale! ¡No es ella! Tú crees que estoy loco, pero no, Linda no tiene nada que ver con mi sueño.
-Señor, deberá usted relajarse, ha de respirar, le vamos a llevar con este señor a que le calmen y pronto se encontrará mejor.
-¡NO! ¡NO! ¡No quiero calmarme! ¡Estoy bien! ¡Dejadme! ¡Soltadme! ¡Soltadme!...

16:38
El paciente es llevado a su habitación tras ser sedado con potentes calmantes debido a la crisis nerviosa sufrida anteriormente.

19:40

Día 31, se procede a hacer una nueva sesión psicoterapéutica tras la sedación debido a la crisis nerviosa sufrida 3 horas antes.
Vuelvo a estar en esa casa. Subo de nuevo al dormitorio infantil, me dirijo a la cómoda, abro el cajón, y allí está la caja. Me dispongo a abrirla. Desencajo cuidadosamente la tapa y miro en su interior, que raro, aún no me he despertado, estoy aquí voy a ver lo que hay en la caja, en su interior hay una foto. Una mujer, guapa, morena,  está abrazando a un niño pequeño, de unos 9 años. Se les ve feliz. DE repente, la foto desaparece. Todo empieza a tener color, reconozco el cuarto en el que estoy, es el cuarto de mi hijo, Ben. Desde la cocina se oyen voces: ¡Papá, papá!, mira lo que he hecho en el cole. Es mi hijo, no lo puedo evitar, una lágrima cae por mi mejilla, cae al suelo, y nada más tocarlo, me despierto.
Estoy en una cama en una habitación como de hospital, solo. No están ni mi hijo ni mi mujer, quiero dormirme y volver a esa casa en la que mi hijo me enseña sus trabajos del colegio mientras mi mujer cocina.

Día 32, el paciente es trasladado al hospital más cercano a la clínica debido a una posible lesión causada por la crisis nerviosa sufrita ayer.

12:34

El agente Predington y la Doctora Rosinger proceden a tomar declaración a la víctima un mes después del asesinato.
-¿Se encuentra mejor? ¿Quiere que le triga algo?
-no, estoy perfectamente agente.
-Dígame, Jim, ¿Por qué puedo llamarle así no?, Jim, ¿Porqué les mató?
-¿yo? ¿a quiénes?
-Ya lo sabe, a su mujer y a su hijo.
-No! Yo no les maté yo les quería, yo no fui, de verdad, jamás les haría daño
-¿no? Y entonces por qué le encontramos con el arma homicida y con la ropa ensangrentada en su casa unos minutos después de que se produjese la matanza?
-No sé, yo… yo… yo solo quiero que vuelvan.
-De acuerdo, gracias, esto ha sido todo, que descanse.

Nada más salir el agente Predington y la Doctora Rosinger empieza a pitar la alarma de paro cardiaco en la habitación del paciente James Gibbeon, al entrar se encuentran con el  Sr. Gibbeon fallecido con la siguiente anotación en una servilleta:

Solo quiero dormir para siempre y volver a estar con mi familia.

El juez admite el suicidio como prueba definitiva en el caso Gibbeon.
James Gibbeon es declarado culpable de todos los cargos.

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