martes, 26 de febrero de 2013

La espera. El miedo. El atardecer.


Esperaba un cataclismo, la piel de gallina. Esperaba que el mundo le cupiera dentro, sentirse a punto de explotar. Esperaba que el amor fuera así, de la misma forma en que lo había imaginado. Pero la verdad era desconcertante. La verdad tenía tantos matices, tantas preguntas inconfesables. Y dudas y formas de mirar. La realidad no era un sentimiento, la realidad era una maraña de inseguridades y ningún mapa para desenredar los hilos.

Asustaba crecer y envejecer. Elegir en la dirección inadecuada. Decidir el destino. Hacer de adivino y mirar a la vida buscando el final de una historia que se va creando pedazo a pedazo. Y escribía los versos en la almohada, recitándoselos al oído, porque no quería despertar.

Esperaba sentirse feliz. Abrir los ojos en el pasaje de una película, bajo el puente, con la mejor canción. Esperaba releer los cuentos y pensar que el pasado siempre fue mejor. Esperaba acabar con las caídas, y empezar a crearse alas para volar. Quería pensar que había cambiado, que los rostros de las fotografías no le robarían el protagonismo de vivir. Caminaba más despacio, para no perderse ningún recuerdo. Pero los detalles demolían las ideas como el agua los castillos de cartón. Cimientos que siempre caen ante la fuerza de los acontecimientos.

Asustaba arrepentirse. Haber elegido mal. Asustaba no haber dicho lo que sus labios morían por decir. O haber dicho demasiado aquel día junto a la escalera. Anhelaba la lluvia y la soledad. Anhelaba los columpios, y el aire, y el mar.

Era difícil discernir, al final, entre el dibujo que había visto, leído en alguna parte, presa de los colores elegidos al azar; y la imagen que tenía ahora mismo frente a sí, tan complicada de descifrar. Así que se sentó en el banco, junto al atardecer, mirando al sol desnudar la tierra y dejar a la noche vestirla para soñar.

3 comentarios:

Sara dijo...

El título es desde luego una perfecta presentación del texto, casi incluso un resumen.

El texto es una confesión de la que el yo sale desbordado, incapaz de ser contenido.

Se estructura bajo dos ejes esperaba y asustaba, el segundo inevitable reacción al primero. Pues cuando uno espera algo siempre tiene miedo, de que no se cumpla lo que se espera, o incluso de que sí se cumpla. Llena de referencias al pasado y al futuro, nos sitúa en un desconcertante presente, lleno de incertidumbre, en el que ese atardecer, representa la roca a la que se ancla para no andar a la deriva.

Con frases de gran lirismo como: “y escribía los versos en la almohada, recitándoselos al oído, porque no quería despertar"; "empezar a crearse alas para volar”; “los detalles demolían las ideas como el agua los castillos de cartón”, y para mí, la mejor frase de todo el texto: “mirando al sol desnudar la tierra y dejar a la noche vestirla para soñar”.

Un discurso que consigue impactar por su sinceridad, y por la autenticidad de sus emociones.

C.S dijo...

jajajajaja qué buena crítica eres :)

Sara dijo...

Hacer una crítica, sea buena, mala o regular, es imposible, si no existe primero y ante todo, lo más importante: un buen texto. =)